lunes, 30 de noviembre de 2009

VIDA EXTRATERRESTRE



William Shea



Estoy intrigado por la vida inteligente extraterrestre. ¿Cómo explicamos las frecuentes noticias sobre los OVNIS? ¿Dicen la Biblia, el espíritu de profecía o la ciencia algo al respecto? — Frank Mangabeira, Siqueira Campos, Sergipe, Brasil.



En el Antiguo Testamento se menciona acerca de la vida inteligente extraterrestre cuando Dios le preguntó a Job: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra... cuando alababan todas las estrellas del alba?” (Job 38:4-7). También Elena White menciona en sus comentarios “los mundos no caídos” (ver el Index to the Writings of Ellen G. White bajo: “Mundos [planetas]”). Nosotros sabemos que hay innumerables cuerpos celestes en el universo y creemos que algunos de ellos están habitados; sin embargo, no sabemos cuántos.


También te preguntarás si algunos de ellos han visitado nuestro Planeta. De acuerdo con la Biblia, los ángeles visitan la tierra regularmente y son activos en los asuntos humanos (ver Hebreos 1:14), pero nosotros no tenemos una evidencia directa de que alguno de esos seres de los mundos no caídos lo hayan hecho. Más bien ocurrirá lo contrario, ya que los redimidos visitarán esos mundos después de la segunda venida para dar su testimonio de las maravillas del Dios al cual servimos, y contar lo que él ha hecho por nosotros.



Con respecto a los objetos voladores no identificados (OVNIS) y a fenómenos similares, no tenemos información directa ni en la Biblia ni en los escritos de Elena White. Para aventurarme en una opinión personal, yo diría que en esta categoría general caen diversos fenómenos visuales. En algunos casos, las personas que los han observado podrían bien haber visto aviones militares de tecnología avanzada durante los vuelos de prueba. En otras ocasiones, éstos podrían haber sido el resultado de condiciones atmosféricas que producen imágenes poco comunes. En otros casos, pueden ser engaño o visiones reales causadas por Satanás para preparar al mundo para el papel que desempeñará en el gran engaño final. (Ver 2 Corintios 11:14). Sin embargo, hasta ahora no tenemos información de naves espaciales que hayan transportado seres no caídos de otros planetas.



Una humorista norteamericana le dio a este tema un giro muy divertido en una presentación que tituló: “La búsqueda de vida inteligente en el Universo”, e incluye la Tierra en esta búsqueda... Los cristianos deben ser inteligentes y sabios en cuanto a las grandes tentaciones y decepciones que vendrán pronto sobre la Tierra. Todos necesitamos prepararnos para ese momento. Ningún ser salido de un OVNI nos traerá este discernimiento. Se lo encuentra en otro lugar y en relación con otra persona. Ese lugar es la Biblia; esa persona es Jesucristo.


William Shea, M.D., Ph.D., es director asociado del Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día. Su dirección es: 12501 Old Columbia Pike; Silver Spring, MD 20904, EE. UU. de N.A.



TELEVISIÓN Y VIOLENCIA: UNA RESPUESTA CRISTIANA AL DEBATE SOBRE SUS EFECTOS




Daniel Reynaud



Detrás del crimen creciente, incluyendo tiroteos en la escuela y en el lugar de trabajo, a menudo se hace la pregunta: La violencia en la televisión, ¿promueve o motiva la violencia en la vida real?


Generalmente, la creencia popular hace responsable a la televisión como una de las causas principales y directas de la violencia y algunas investigaciones parecieran confirmar esta idea. Aunque hay todavía una confusión considerable entre los investigadores acerca de los efectos de los medios de comunicación, no se ha modificado mayormente el punto de vista popular sobre el tema. La crítica popular a la televisión presenta un cuadro de adicción que anestesia a los televidentes transformándolos en autómatas pasivos y zombis hipnotizados. A menudo se culpa a la televisión por el escaso rendimiento académico de los niños en la escuela, a pesar del hecho de que las tasas de alfabetismo en el occidente nunca han sido más elevadas. El problema es que aunque el alfabetismo ha aumentado, las exigencias con respecto a saber leer y escribir ha aumentado aún más rápido. La investigación también ha disipado el temor de que la televisión neutraliza la creatividad; los niños juegan tan creativamente con los relatos de la televisión como con los que leían en los libros.


Irónicamente, los críticos populares a menudo arguyen que la televisión no sólo ha transformado a los niños en zombis pasivos, sino que los ha llevado a ser hiperactivos, con un período de atención muy breve y con poderosas inclinaciones hacia la violencia. Pero nunca se explica cómo es posible que la televisión pueda hacer ambas cosas al mismo tiempo. Exactamente, ¿cómo es un zombi hiperactivo? Detrás de la creencia popular yace una suposición de que los individuos imitan actos específicos de violencia que ven en la televisión. De allí los reclamos periódicos a controlar más el contenido de la televisión, en particular el horario en que los niños la miran. Es típico pensar que siempre son los otros los que sufren lo pernicioso de la televisión, y nunca nosotros mismos.1 Pero es interesante notar que los niños tienen el mismo pensamiento paternalista y piensan que los programas no les hacen daño a ellos sino que son perjudiciales para los otros niños.


La investigación conductista


Se necesita una investigación sólida para aclarar perspectivas tan contradictorias. Pero la calidad de los estudios acerca de la televisión ha sido a menudo muy variada, y los resultados por lo general han estado de acuerdo con las opiniones de los investigadores anteriores a ellos. La mayoría de los aproximadamente 10.000 estudios realizados acerca de la violencia en la televisión ha sido realizada dentro del marco de la teoría conductista. Tal vez los experimentos mejor conocidos son los de Bandura y sus asociados, que demostraron que los niños que miran televisión sufren un efecto directo y medible sobre su conducta hacia unos grandes muñecos Tentempié (o dominguillos) de peluche. Los niños que habían visto una película violenta con estos muñecos se comportaron en forma mucho más agresiva que los que no habían visto la película.2


Sin embargo, aunque muchos experimentos conductistas mostraron una aparente conexión entre el mirar y la conducta, hay dudas considerables en cuanto a la validez de las conclusiones cuando se las generaliza. La investigación conductista tendía a ignorar el hecho de que mirar en una circunstancia controlada artificialmente afectaba la percepción de los televidentes y las expectativas acerca de sus reacciones. Uno de los investigadores oyó que un niño, en uno de los experimentos de Bandura, comentó: «Mira, mamá, allí está el muñeco a quien tenemos que pegarle».3


Tal reacción no sorprende. Un niño, en un ambiente que no le era familiar, llegó a la conclusión natural de que la película estaba sirviendo de modelo para su conducta hacia muñecos idénticos a los que se le estaban mostrando. La opinión actual es que la violencia mostrada hacia los Tentempié fue, por lo menos, tanto producto de las expectativas de los experimentadores que los niños percibían como el resultado de la violencia que estaban mirando. Además, suponer que un niño en esta situación transferiría esa conducta hacia las personas, es una falacia. Demandaría que el niño dejara de reconocer la diferencia entre una conducta aceptable hacia el muñeco y hacia personas reales. De hecho, los niños comprenden la modalidad de la televisión desde una edad razonablemente temprana y distinguen en formas más bien complejas entre lo que es real y lo que no es real. Los estudios acerca de la audiencia muestran que los televidentes no adoptan automáticamente los valores que ven en un programa; más bien, generalmente resisten los valores presentados en la televisión que contradicen abiertamente sus propios valores.4 Otros experimentos conductistas mostraron que las condiciones artificiales condujeron a resultados artificiales.5 En resumen, la investigación conductista con demasiada frecuencia, no ha tomado en cuenta las diversas formas en que la audiencia interpreta la televisión.


El problema de los investigadores y el público general es que es más probable que se llegue a una conclusión acerca de la violencia en la televisión si ésta apoya nuestras ideas preconcebidas. A fin de llegar a conclusiones inteligentes acerca de los efectos de mirar televisión debemos reconocer primero nuestros propios prejuicios y esperar que estos puedan ser modificados, sacudidos o contradichos.


Investigación múltiple


Las investigaciones que combinan las metodologías de diversas disciplinas están proporcionando las conclusiones más útiles acerca de los efectos de la violencia en la televisión. Lo que se está descubriendo es complejo, y sin embargo está más de acuerdo con el sentido común que las conclusiones previas. La lógica argumentaría que si las conclusiones de los conductistas fueran correctas acerca de los efectos inmediatos y mensurables de mirar una televisión violenta, entonces la mayor parte de las sociedades occidentales estaría llena de personas violentas. Aunque la violencia es uno de los grandes problemas de las sociedades occidentales, no alcanza un clímax después de los episodios de presentaciones violentas, ni la mayoría de los televidentes serían considerados violentos, en general.


De cualquier manera, las representaciones de violencia en la televisión no siguen los modelos reales de la vida diaria. Por ejemplo, con frecuencia se presenta a los policías con sus armas desenfundadas, mientras que una encuesta hecha a los oficiales de policía de los Estados Unidos reveló que, mientras cumplían con su deber, dispararon sus armas, como promedio, una vez cada 27 años.6 La mayoría de la violencia real es mucho menos espectacular y generalmente más personal que la que se muestra típicamente en la televisión.


Otra complicación es el problema que surge al tratar con la naturaleza y el grado de violencia. Aunque todos están de acuerdo en que el homicidio a sangre fría con un caño de hierro es violento, las mujeres probablemente estarían dispuestas a evaluar una confrontación verbal como violenta, mientras los hombres, más probablemente, limitarían su definición al uso de la fuerza física. En esencia, la violencia es un acto que se define socialmente, no puramente desde el punto de vista de la conducta.7 Por ejemplo, el hacerle un corte a un extraño con un instrumento podría ser considerado como violencia, a menos que la «víctima» fuera un paciente, y el «agresor» un cirujano con un escalpelo. Pero si el cirujano fuera un nazi haciendo experimentos en un campo de concentración, nuestro concepto podría cambiar otra vez. En cada caso la conducta fue la misma. Cambiar sólo el contexto social hizo la diferencia en la interpretación. Los deportes como el fútbol americano y el boxeo, en forma rutinaria, valoran una conducta violenta que sería inaceptable en la calle. Aun la violencia de un policía hacia un criminal es interpretada generalmente como menos violenta que la misma acción realizada por un criminal hacia un policía.



La naturaleza compleja de la violencia


La naturaleza compleja al definir la violencia se refleja en la forma en que las audiencias interpretan la violencia. Los niños interpretan la televisión de acuerdo con su propio sentido de justicia y orden sociales. Son capaces de leer la televisión como una serie de códigos, más bien que una representación literal de la realidad. Los estudios muestran que con frecuencia los niños son conscientes de la naturaleza representada en los espectáculos de la televisión y pueden señalar su naturaleza artificial. Pueden resistir y aún oponerse al mensaje de la televisión, porque reconocen la diferencia entre una representación y la realidad. Por ejemplo, los niños aborígenes en Australia se alinearon a veces con los indios «malos» en contra de los héroes en las películas del oeste, porque empatizan con la opresión social que sufren ellos.8


La forma en que se presenta la violencia afecta significativamente el grado de este impacto. Los niños interpretan ciertos códigos en la televisión como pura fantasía y los elementos violentos o de otra índole no son tomados literalmente. Esto es particularmente cierto en los dibujos animados, que contienen más actos de violencia por minuto que cualquier otra forma de televisión, pero también se aplica a los espectáculos con representaciones tales como la lucha, donde la causa y el efecto son obviamente exagerados. Los niños saben que la violencia es una representación exagerada de un conflicto, que en sí mismo es un elemento irremplazable de cualquier forma dramática, sea drama, espectáculos de preguntas y respuestas, o los deportes. Otros códigos son leídos en forma más literal. Un drama realista puede ejercer un fuerte impacto sobre los televidentes, especialmente en los más jóvenes, porque los códigos se parecen mucho a sus percepciones de la realidad. Aún entonces, cuando los niños crecen, son capaces de distinguir entre los actores que desempeñan sus papeles y los eventos que ellos describen. Tal vez las exhibiciones que tienen mayor impacto son la violencia documentada, como la que se ve en los noticiosos, los documentales, y los espectáculos realistas de la televisión, porque los niños saben que eso es real.9


La ideología social también afecta la interpretación de la violencia. Mientras las escenas violentas son comunes en la televisión, la violencia generalmente no es condonada en la sociedad y generalmente es canalizada hacia formas altamente reglamentadas como en ciertos deportes. Esta estructura ideológica influye sobe la forma en que los niños comprenden la violencia que ven en la televisión y los hace menos susceptibles a ella que, digamos, los estereotipos racistas o sexistas, que a menudo son apoyados por las estructuras sociales e ideológicas en que viven los niños. La familia, la escuela, la iglesia, y en general, las circunstancias en que vive un niño tendrán un papel importante en la determinación de los efectos de la televisión sobre ese niño.10


Debemos reconocer que la televisión no es la causa de la violencia social en los niños o en ninguna otra persona. En realidad, la vida es mucho más compleja que eso. Las sociedades violentas existieron antes de la televisión, y muchas de ellas fueron más violentas que la sociedad occidental actual. La conducta violenta es el producto de condiciones personales, sociales y económicas, y no será resuelta sencillamente prohibiendo el televisor. Por muchos años el Japón ha tenido niveles significativamente menores de violencia que los Estados Unidos. Pero la televisión japonesa es considerada generalmente como más violenta. La diferencia deberá ser explorada en las culturas de cada nación más bien que mediante un análisis de los medios masivos violentos.


También debemos preguntarnos hasta qué punto las sociedades urbanas despersonalizan a los individuos. Un estilo de vida urbano tiende a forzar a las personas a ignorar a los que los rodean en el ómnibus, el tren, la calle y el ascensor, aun cuando se estén tocando. ¿Qué influencia es mayor: la de los códigos de los dramas ficticios de la televisión o el impacto diario de la vida real que produce el no prestar atención a los demás?


Esto no significa que la violencia no tiene ningún efecto, o que no importa qué se muestra en la televisión, o que los niños pueden mirar cualquier cosa. Una exposición prolongada a otras formas de violencia en los medios, incluyendo las películas y los videojuegos, puede también tener un efecto perjudicial. El sentido común nos dice que no podemos mirar tanta televisión sin que produzca algún efecto, porque, como 2 Corintios 3:18 nos recuerda, por la contemplación somos transformados.



La televisión: una fuerza formadora


La televisión actúa como una poderosa fuerza formadora por derecho propio y afecta a los niños. En particular, la televisión puede tener efectos poderosos sobre los niños menores de siete años. En los primeros años, los niños reaccionan a las imágenes de la televisión exactamente como lo hacen con las personas reales y no comprenden que una cosa es la imagen y otra es la realidad. Los niños muy pequeños necesitan ser protegidos de representaciones de violencia. A los niños pequeños les resulta difícil comprender cómo los padres pueden aclamar un «tacle» en el fútbol americano y al mismo tiempo castigarlos por hacer lo mismo con sus hermanos. Desafortunadamente, aun muchos programas para niños tienen niveles de conflicto demasiado intensos para los niños pequeños, quienes pueden ser afectados por un acto de violencia tan suave como una discusión. Para los niños preescolares, se recomienda la programación más benigna.


Los niños también desarrollan la discriminación a tasas diferentes, y los padres necesitan observar a sus hijos en forma individual, evaluando sus etapas de desarrollo. La mayoría de los padres son demasiado optimistas con respecto a la capacidad de sus niños de manejarse con la violencia, a menudo por razones egoístas ocultas. Evitar que el niño vea algo violento podría forzar a los adultos a no mirar televisión.


Puede ser difícil aceptar que tal vez la violencia en la televisión no es tan devastadora como la evaluación popular nos quiere hacer creer. Surge la pregunta: Si la televisión no tiene tanta influencia, ¿cómo es que se gastan miles de millones de dólares por año para apropiarse de sus poderes de persuasión? La respuesta se encuentra otra vez en el proceso de mirar la televisión. Es más efectiva cuando le dice a la gente lo que ésta ya cree, y la publicidad refuerza la conducta socialmente aceptable, y en realidad, la que es socialmente recompensada. Sin embargo, la violencia en la televisión tiene un impacto reducido sobre la conducta de las personas. Porque cuando vivimos en una sociedad que en general no condena la violencia, aprendemos que la violencia en la pantalla es un código mediante el cual se cuentan historias, pero no un código con el cual uno se conduce en la vida real. La excepción sería, por supuesto, los niños que crecen en un hogar violento. Ellos aprenden que la violencia es una manera efectiva para que el más fuerte consiga lo que quiere. En tales casos, la televisión confirma sus creencias. Pero debemos reconocer que su conducta violenta fue aprendida en el hogar y su ambiente social y meramente reforzada por la pantalla. A menudo son estas personas las que proporcionan la evidencia popularizada en los medios de que la televisión provoca la violencia. Algunos hasta testifican que fue una película o un programa específico los que los condujeron a crímenes determinados. Tenemos que examinar cuidadosamente tales afirmaciones en busca de otros factores que hayan producido la violencia. Porque mientras la televisión puede contribuir a la conducta de las personas violentas, argumentar que es la causa de ella, es dejar de comprender la influencia de la experiencia de la vida real en la formación de las actitudes hacia la violencia. También debemos recordar el concepto cristiano de la elección, ya que aun Adán y Eva en un ambiente perfecto hicieron una mala decisión. Es tan fácil echarle la culpa a la televisión por elecciones que, en última instancia, son responsabilidad nuestra.


El hecho de que los mismos medios promueven un concepto de que ellos son la causa de los crímenes parece ser un argumento poderoso que apoya el impacto de la violencia en la televisión, pero en realidad los medios tienen interés en promover este concepto. Irónicamente, al echarse la culpa a sí mismos, los medios protegen sus ganancias. Los medios nunca llegarían a nada si contradijeran las creencias populares. Además, si los medios señalaran las causas reales de la violencia, eso distraería a las personas de la publicidad que las anima a gastar más en favor de ellas. La forma más efectiva de reducir el crimen no es mediante sentencias más drásticas, más policías, y la eliminación de los programas violentos, sino mediante la promoción de relaciones efectivas entre las personas. Si más personas estuvieran comprometidas con la acción social cristiana, ayudando a los desempleados a encontrar un trabajo significativo, creando actividades valiosas para los grupos más desposeídos, gastando sus propios excedentes en aquellos menos privilegiados que en ellos mismos, en el contexto de compartir el amor de Cristo, el crimen disminuiría significativamente. Pero esta conducta interferiría con la meta de la televisión de que gastemos más dinero en nosotros mismos.



La solución para la violencia


Los cristianos reconocen específicamente que la violencia es un producto de nuestra naturaleza pecaminosa, y no puede ser curada sencillamente proscribiendo influencias externas tales como las películas. Aun la acción social sólo podría reducir el crimen, pero no erradicarlo. Pero la solución real del crimen, que es el cambio del corazón que produce el evangelio de Jesús, es impopular. Es más fácil echar la culpa a los medios de comunicación que aceptar la responsabilidad personal. Desde el punto de vista cristiano, tal vez la violencia en la televisión es el menor de los males de ella, sencillamente por la razón de que la mayoría comprende que es una conducta socialmente inaceptable. Corremos un riesgo mayor cuando estamos de acuerdo con los medios, porque la televisión tiene más poder al coincidir con nuestros valores, y entonces, con frecuencia, no somos conscientes de su influencia. La relativa ausencia de protestas de parte de los cristianos acerca del materialismo, del culto a la belleza y del racismo y sexismo de los medios sugiere que tal vez estos valores forman parte de nuestras actitudes y la televisión sólo las refuerza. La religión de Jesús estaba profundamente opuesta a la discriminación sobre la base del sexo, la raza, la edad, la apariencia o la riqueza, y se debería mantener esta oposición. Hasta cierto punto, el debate sobre la violencia es una pantalla de humo que esconde el verdadero daño que causa la televisión al confirmar nuestros prejuicios, al mismo tiempo que nos hace sentir bien porque condenamos un mal menor.


Daniel Reynaud (Ph.D., University of Newcastle) enseña medios de comunicación e inglés en el Colegio de Avondale, y ha publicado artículos sobre diversos medios y es el autor de Reading With New Eyes: Exploring Scripture Through Literary Genre. Este artículo fue adaptado de su libro reciente: Media Values. Su dirección es: P.O. Box 19, Cooranbong, 2265, N. S. W., Australia. Email: daniel.reynaud@avondale.edu.au


Notas y referencias


1. Jane Root: Open the Box (London: Comedia, 1986), p. 12; Mike Clarke, Teaching Popular Television (London: Heinemann, 1987), p. 175.
2. Bob Hodge y David Tripp: Children and Television (Cambridge, England: Polity Press, 1986), pp. 193, 204, 205.
3. Ibid., p. 207.
4. John Fiske: Television Culture (London: Methuen, 1987), p. 71; Hodge y Tripp, p., 140. Ver también el capítulo “Audiences Studies”, en mi Media Values (Cooranbong, NSW, Australia: Avondale Academic Press), pp. 75 ff.
5. John Tulloch y Graeme Turner (edit.): Australian Television (Sydney, Australia: Allen & Unwin, 1989), p. 169.
6. Colin Stewart: The Media: Ways and Meaning (Milton, Qld.: Jacaranda, 1990), p. 132.
7. Hodge y Tripp, p. 20.
8. Tulloch y Turner, p. 170; Hodge y Tripp, pp. 213-218.
9. Fiske, p. 288.
10. Tulloch y Turner, p. 169.



ELENA WHITE Y LA TEOLOGÍA ADVENTISTA


Herbert E. Douglass

Elena White y la Iglesia Adventista del Séptimo Día están totalmente integrados. Algunos han observado que Elena White “durante su larga vida... ejerció la influencia personal más poderosa sobre los creyentes adventistas del séptimo día”.1 “La Sra. White fue la inspiración reconocida del movimiento... Sus ideas establecieron el mundo del adventismo en su obra médica, educacional y misionera alrededor del mundo”.2

Jaime White, su esposo, fue el organizador de la iglesia y se caracterizó por su adaptabilidad al desarrollar numerosas y variadas instituciones. Elena, a su lado, animada de santa franqueza y férrea dedicación, estimuló con sus visiones el naciente movimiento adventista. Entre ambos establecieron una iglesia mundial y no un imperio personal de poder o riqueza. Tampoco reclamaron recompensas o comodidades terrenales.

Por un lado, denunciaron sin temor los males de orden social; por el otro, condujeron a decenas de miles de personas a captar la visión de la manera en que el evangelio ayuda a la restauración física y espiritual en esta vida. A partir de este doble énfasis surgió una red mundial de instituciones educativas y para el cuidado de la salud, sostenidas por veintenas de casas editoras y una labor misionera mundial. Este doble énfasis estaba en la base de la motivación que los impulsaba pues sentían que estaban preparando un pueblo para el pronto regreso del Señor.

Elena White, la fuerza guiadora indisputada detrás de este programa mundial, ocupa el segundo lugar entre los autores más traducidos de la historia, y el primero como la autora más traducida de los Estados Unidos, sea hombre o mujer. Durante sus setenta años de ministerio, escribió aproximadamente 25 millones de palabras y 100.000 páginas de manuscritos (60.000 páginas escritas a máquina) que incluyen cartas, diarios, artículos de periódicos y libros.

Los adventistas han buscado el consejo de Elena White para casi cada problema que confrontó la iglesia. Sus voluminosos escritos, bien organizados y con buenos índices, son leídos y analizados con mucha más frecuencia de lo que los metodistas citan a John Wesley, o los luteranos los escritos de Martín Lutero.

El tema del gran conflicto

¿Qué hace que Elena White sea la figura central en el desarrollo de la Iglesia Adventista, y la principal contribuyente a la singularidad del adventismo? La doctrina adventista no se deriva de Elena White; su fuente innegable es la Biblia. Sin embargo, la singularidad del mensaje adventista reside en el pensamiento integrador y organizador de Elena White. Mucho de lo que es distintamente adventista en su mensaje fecundo y sistemáticamente desarrollado deriva, en realidad, de la perspectiva amplia que tenía Elena White de la Biblia lo cual queda claro por el énfasis que ella dio al tema del gran conflicto. Desde este principio integrador fluye la unión adventista del estudio de la Biblia con la piedad, el énfasis especial en la relación que existe entre la salud física y la espiritualidad, y el concepto de totalidad en el desarrollo de los principios educacionales.

¿Qué queremos decir con el Tema del Gran Conflicto (TGC)? Como bien sabe todo estudiante, cualquier teología o filosofía significativa tiene un principio organizador. Este principio o paradigma, está expresado en su teología o filosofía peculiar o distintiva. El TGC de Elena White proporciona el principio organizador e integrador para sus enseñanzas sobre salud, educación, historia y ciencia.

Para Elena White, “el tema central de la Biblia, el tema alrededor del cual se agrupan todos los demás del Libro es... la restauración de la imagen de Dios en el alma humana... El que capta este pensamiento, tiene ante sí un campo infinito de estudio. Tiene la llave que le abrirá todo el tesoro de la Palabra de Dios”.3 La singularidad del adventismo no debe buscarse en algún elemento específico de su teología, sino en la comprensión total de este “tema central de la Biblia”.

El conflicto cósmico entre Dios y Satanás (el primer ser creado por Dios) anonada la mente al pensar de que tal acontecimiento pudiera ser contemplado, y más aún, que llegara a ser una realidad. La pregunta fundamental sigue en pie hasta hoy: ¿Cuál es el mejor plan para el universo: la apelación que hace Dios a la responsabilidad angélico/humana, o la teoría de Satanás de la autonomía individual?

El centro del conflicto

El corazón del conflicto se centra en torno al carácter de Dios. Satanás ha acusado a Dios de ser injusto, no perdonador, arbitrario, y sumamente egoísta. La defensa de Dios ha sido tanto pasiva como activa; pasiva, porque ha permitido que el tiempo transcurriese de modo que los principios de Satanás pudieran mostrarse en toda su destructividad suicida; activa, porque ha revelado su carácter y confiabilidad para que los habitantes del universo entero pudieran decidir quién estaba en lo correcto y quién no lo estaba en este conflicto.4

Elena White captó esa perspectiva amplia del conflicto cuando escribió: “El plan de redención tenía un propósito todavía más amplio y profundo que el de salvar al hombre. Cristo no vino a la tierra sólo por este motivo; no vino meramente para que los habitantes de este pequeño mundo acatasen la ley de Dios como debe ser acatada; sino que vino para vindicar el carácter de Dios ante el universo”.5

La esencia de la respuesta de Dios a las acusaciones de Satanás ha sido demostrar los frutos del plan que él tenía: “La misma esencia del Evangelio es la restauración”.6 ¡La restauración, no sólo el perdón! El plan de Dios (lo que conocemos como el “evangelio”) muestra cuán seriamente está obrando Dios para eliminar el pecado del universo, una persona a la vez, restaurando a los rebeldes para que sean hijos e hijas agradecidos y dignos de confianza.

Al aclarar el “evangelio eterno” que el mundo necesita oír en estos días finales (Apocalipsis 14:6, 7), el mensaje de los adventistas tendría que trascender las antiguas controversias que dividen profundamente al cristianismo. Además, el “evangelio eterno” tendría que ser expresado de tal manera que los centenares de millones de musulmanes, hindúes, budistas y otros pudieran captar la frescura y sencillez del cristianismo.

El TGC de Elena White trasciende estas tensiones, paradojas y contradicciones tradicionales. Las teologías y filosofías en disputa son como dos círculos de verdades parciales, en las que ninguno de ellos sabe cómo unirse con el otro para formar un todo elíptico y coherente. El TGC transforma estos círculos opuestos en una elipse. Al usar el principio de la elipse, cada círculo encuentra sus verdades conservadas con seguridad, y aun fortalecidas. En la elipse, la verdad está unida de tal manera que todas sus partes, que una vez estuvieron en conflicto, se consideran ahora como necesarias para la supervivencia mutua.

Componentes de la verdad

La verdad no es la suma de las paradojas. La verdad es la unión de componentes, de tal modo que si un componente no está conectado con el otro, ocurre algo serio con la verdad. Por ejemplo, H2O es otra manera de decir “agua”. El hidrógeno y el oxígeno solos son importantes. Pero sin una unión adecuada de ambos, el agua no existe. La pregunta de cuál es más importante, si el oxígeno o el hidrógeno llega a no tener sentido si uno quiere agua para beber. La misma lógica se aplica a los componentes de la elipse de la verdad.

En filosofía y teología, se conocen generalmente los dos círculos como “objetivismo” y “subjetivismo”. Los grandes pensadores teológicos y filosóficos pueden ser catalogados en alguno de los dos círculos. Por ejemplo, dentro del subjetivismo epistemológico (inmanencia: “verdad” que se encuentra en la razón, el sentimiento, la investigación, etc.) deberíamos esperar encontrar a Platón, Aristóteles, Aquino, Hegel, Schleiermacher, Bultmann, Hartshorne, etc. En el objetivismo epistemológico (trascendencia: “verdad” que proviene de fuera de los hombres y mujeres) encontramos la autorevelación de Dios en la Biblia y en Jesús, y podemos pensar en defensores como Lutero, Calvino, Barth, etc. La historia de la iglesia cristiana es el relato de cuál de esos círculos predomina en ese momento. Las oscilaciones entre los dos ocurren al tratar de rectificar las deficiencias de uno de ellos. El énfasis excesivo en la trascendencia (que lleva a una ortodoxia fría, no atemperada por la relevancia) despierta un énfasis excesivo de la inmanencia (que conduce a una ardiente autonomía de la razón y los sentimientos, no atemperada por la revelación).

A menudo nos referimos hoy al círculo del objetivismo como “conservador” y al del subjetivismo como “liberal”. Cada círculo enfatiza algo correcto y oportuno. Las palabras claves para los conservadores son: trascendencia, autoridad, arraigo, ley, estructura, seguridad, y gracia: todas ellos buenos conceptos que debemos atesorar. La debilidad histórica del objetivismo, o conservadurismo, es con frecuencia una comprensión incorrecta del carácter de Dios (p. ej., Calvino y la soberanía de Dios que condujo a la predestinación, al infierno eterno, etc.) la cual, a su vez, conduce a comprender en forma errónea la “fe”. Cuando se malentiende la fe, de algún modo se oye decir “sólo cree”, lo que conduce a la pasividad humana, a la “doctrina correcta” y a la supresión de la relevancia.

Las palabras claves para los liberales son: inmanencia, responsabilidad, razón, flexibilidad, significado, relevancia y fe, que también debemos atesorar. La debilidad histórica del liberalismo reside en su subjetividad. Los pietistas, los místicos, los racionalistas y los carismáticos (y cualquiera que antepone la autonomía humana a las verdades divinamente reveladas) basan su seguridad en la razón, la intuición, o la investigación histórica. Rara vez se apela a los absolutos. La fe se entiende mal, otra vez, y describe los sentimientos religiosos que conducen a las pruebas autónomas de la verdad.

Elena White comprendió este choque histórico entre los dos círculos: “El progreso de la reforma depende de un claro reconocimiento de la verdad fundamental. Mientras que, por una parte, hay peligro en una filosofía estrecha y una ortodoxia dura y fría, por otra, un liberalismo descuidado encierra gran peligro. El fundamento de toda reforma duradera es la ley de Dios. Tenemos que presentar en líneas claras y bien definidas la necesidad de obedecer a esta ley”.7 Aquí otra vez Elena White permite que el TGC determine su solución trascendente en la antigua controversia entre el plan de Dios y la rebelión de Satanás.

La verdad en forma de elipse

Al permitir que la verdad permanezca en dos círculos en vez de darse en forma de elipse trae como resultado una “ortodoxia dura y fría” y un “liberalismo descuidado”. Elena White trasciende estos dos círculos uniendo la autoridad y la responsabilidad, la seguridad de doctrina y la certeza en el corazón, de modo que la Iglesia Adventista no necesita caer, otra vez, en las discusiones teológicas que dividen a todas las demás iglesias. La elipse de la verdad muestra cómo las posiciones importantes, tradicionalmente en conflicto, se unen por lo santo, ya sea en forma expresa o implícita.

El TGC de Elena White llegó a ser el marco elíptico por el cual ella pudo trascender a las discusiones de uno u otro lado que han separado a los cristianos pensantes durante siglos. En los siguientes ejemplos, nota la elipse de la verdad que une dos verdades, tan seguramente como el hidrógeno se liga con el oxígeno para formar agua:

La relación entre la obra de Cristo en la cruz y la obra del Espíritu Santo: “El Espíritu Santo iba a ser dado como agente regenerador, y sin esto el sacrificio de Cristo habría sido inútil... El Espíritu es el que hace eficaz lo que ha sido realizado por el Redentor del mundo”.8

La relación entre el papel de Cristo como Sacrificio/Salvador y como Sumo sacerdote/Mediador: “Satanás inventa medios sin número para distraer nuestras mentes de la obra en que precisamente deberíamos estar más ocupados. El archiseductor aborrece las grandes verdades que hacen resaltar más la importancia de un sacrificio expiatorio y de un Mediador todopoderoso. El sabe que para él todo está en distraer las mentes de Jesús y su obra”.9

La relación entre creer en Cristo y permanecer en él: “No basta que el pecador crea en Cristo para el perdón de sus pecados; debe, mediante la fe y la obediencia, permanecer en él”.10

La relación entre el don gratuito de Cristo de la remisión de los pecados, y el don gratuito de sus atributos en el desarrollo del carácter cristiano: “Su vida [la de Cristo] reemplaza la vida de los hombres. Así tienen remisión de los pecados pasados, por la paciencia de Dios. Más que esto, Cristo imparte a los hombres atributos de Dios. Edifica el carácter humano a la semejanza del carácter divino y produce una hermosa obra espiritualmente fuerte y bella. Así la misma justicia de la ley se cumple en el que cree en Cristo”.11

La relación entre la justicia imputada y la impartida: “El único fundamento de nuestra esperanza es la justicia de Cristo que nos es imputada y la que produce su Espíritu obrando en nosotros y por nosotros”.12

La relación entre la autoridad objetiva y la responsabilidad subjetiva en la experiencia de la fe: “La fe en Cristo como el Redentor del mundo exige un reconocimiento del intelecto iluminado, dominado por un corazón que puede discernir y apreciar el tesoro celestial. Esta fe es inseparable del arrepentimiento y la transformación del carácter. Tener fe significa encontrar y aceptar el tesoro del Evangelio con todas las obligaciones que impone”.13

La relación entre la obra de Dios y la nuestra en el proceso de la salvación: “Dios obra y coopera con los dones que ha impartido al hombre, y el hombre, siendo partícipe de la naturaleza divina y realizando la obra de Cristo, puede ser vencedor y obtener la vida eterna. El Señor no tiene intención de hacer la obra para cuyo cumplimiento ha dado facultades al hombre. La parte del hombre debe ser realizada. Debe ser un colaborador de Dios, llevando el yugo con Cristo... Dios es el poder que todo lo controla. Él otorga los dones; el hombre los recibe y actúa con el poder de la gracia de Cristo como un agente viviente.... La combinación del poder divino y el agente humano será un éxito completo, porque la justicia de Cristo lo realiza todo”.14

Un avance conceptual

Debido a su comprensión del TGC, a medida que le ayudaba a trascender los atolladeros teológicos convencionales, Elena White pudo mantener unida a la denominación durante la sesión de la Asociación General de 1888 y los años siguientes. Ella pudo elevar la mirada de los adventistas para ayudarles a superar tanto a los partidarios del objetivismo (con su indebido énfasis en la doctrina) como a los partidarios del subjetivismo (con su indebido énfasis en los sentimientos y la autonomía humanos).

Nota cómo Elena White contribuyó a este adelanto trascendente: “Mientras una clase pervierte la doctrina de la justificación por la fe y deja de cumplir con las condiciones formuladas en la Palabra de Dios — ‘Si me amáis, guardad mis mandamientos’ —, igualmente cometen un error semejante los que pretenden creer y obedecer los mandamientos de Dios pero se colocan en oposición a los preciosos rayos de luz —nuevos para ellos— que se reflejan de la cruz del Calvario. La primera clase no ve las cosas maravillosas que tiene la ley de Dios para todos los que son hacedores de su Palabra. Los otros cavilan sobre trivialidades y descuidan las cuestiones de más peso —la misericordia y el amor de Dios.

“Muchos han perdido demasiado por no haber abierto los ojos de su entendimiento para discernir las cosas asombrosas de la ley de Dios. Por un lado, los religiosos extremistas en general han divorciado la Ley del Evangelio, mientras nosotros, por el otro lado, casi hemos hecho lo mismo desde otro punto de vista. No hemos levantado delante de la gente la justicia de Cristo y el pleno significado de su gran plan de redención. Hemos dejado a un lado a Cristo y su incomparable amor, introducido teorías y razonamientos, y predicado discursos argumentativos”.15

La teología es importante. La teología correcta es más importante aún. Elena White llegó a ser la razón de la singularidad adventista al integrar verdades por largo tiempo separadas en una afirmación coherente, intelectualmente satisfactoria y animadora de lo que Juan vislumbró como el “evangelio eterno” en los últimos días.

Herbert E. Douglass (Th.D., Pacific School of Theology) ha publicado once libros y muchos artículos. Su último libro, La mensajera del Señor, que será publicado por la Pacific Press, enfoca a Elena White como conceptualizadora teológica.

Notas y referencias

1. Dictionary of American Biography, Vol. XX, p. 99.
2. “The Story of Religions in America—Seventh-day Adventists”, Look XXII (24 de junio de 1958), p. 79.
3. La educación (Florida, Buenos Aires: Asoc. Casa Editora Sudamericana, 1978), p. 121. Las referencias de aquí en adelante son de libros de Elena White.
4. El camino a Cristo (Florida, Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana y Pacific Press, 1989), pp. 11, 12.
5. Patriarcas y profetas (Mountain View, Calif: Publicaciones Interamericanas, 1956), p. 55.
6. El Deseado de todas las gentes (Mountain View, Calif.: Publicaciones Interamericanas, 1955), p. 764.
7. El ministerio de curación (Mountain View, Calif.: Publicaciones Interamericanas, 1959), p. 91.
8. El Deseado de todas las gentes, p. 625.
9. El conflicto de los siglos (Mountain View, Calif.: Pacific Press, 1913), p. 542.
10. Patriarcas y profetas, p. 554. La cursiva está en el original.
11. El Deseado de todas las gentes, p. 711.
12. El camino a Cristo, p. 63.
13. Palabras de vida del gran Maestro (Florida, Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, 1991), p. 84; ver también El Deseado de todas las gentes, p. 312.
14. Fe y obras (Florida, Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, 1984), pp. 25, 26.
15. Id., pp. 12, 13.