martes, 20 de octubre de 2009

Carta de Pr. Doug Batchelor Profecias cumpliendose




Parte de nuestra misión en Amazing Facts (Hechos Asombrosos) es mantenerlos al día con los eventos mundiales que tienen significados en las Escrituras. Y justamente hemos sido testigos de un evento extraordinario.




¿Una Autoridad política mundial?


La hora no es coincidencial. Justamente antes de la cumbre de la G-8 en L’Aquila, Italia, a mediado de Julio, cuando los líderes de las ocho naciones más industrializadas del mundo se reunían para dialogar sobre la crisis económica mundial, el Papa Benedicto XVI dio a conocer una encíclica — el más autoritario documento papal — en la cual lamenta el triste estado de la economía mundial. Y eso, obviamente, no es tan inusual.




Pero lo que dijo específicamente en esa carta es lo importante…



Ante todo, por favor entienda que hay una gran diferencia entre la gente de la iglesia — y la Iglesia Católica como una institución político-religiosa. Como cristiano, respeto profundamente y aun comparto el amor y la reverencia que la mayoría de los católicos tienen por Jesucristo. Pero al mismo tiempo, como una institución, la Biblia claramente señala a la Iglesia Católica en un papel muy importante en los eventos finales.


Lo que quiero decir es lo siguiente: El Papa escribe, “Para dirigir la economía global, para revivir las economías golpeada por la crisis… hay una necesidad urgente de una verdadera autoridad política mundial.”



Hablando de esta autoridad mundial, el papa explica que “necesitaría ser universalmente reconocida y ser envestida del poder efectivo.” En otras palabras, poder para esforzar sus ideas sobre el resto del mundo… ¡poder para obligar a todo el mundo a obedecer!

Esto nos recuerda el libro de Apocalipsis, ¿acaso no? Advierte que en los últimos días, poderes mundiales usarán fuerza — incluyendo fuerza económica — para obligar a todo el mundo “a que adore la imagen de la bestia” o de lo contrario “no podrán comprar o vender” (Apocalipsis 13:15, 17).

¿Puedes entender por qué me siento emocionado? ¿Y por qué veo esta carta papal como una evidencia más de que estamos llegando al fin? Todo esto me impulsa a redoblar mis esfuerzos en dar a conocer el verdadero Evangelio al resto del mundo. Más razones también para seguir pidiendo su apoyo.

Dientes Reales


Hay más. En la carta, El Papa Benedicto también sugiere que “hay una fuerte necesidad… de reformar la organización de las Naciones Unidas, y del mismo modo las instituciones económicas… para que el concepto de familia de naciones pueda adquirir dientes reales.”

¿“Dientes Reales”? Esto suena como la cuarta bestia de Daniel 7, la cual tenía “grandes dientes de hierro” (Daniel 7:7), o como las bestias y el dragón de Apocalipsis, porque ¿quién ha oído hablar alguna vez de una bestia o un dragón sin “dientes reales”?

Ahora pregunto: ¿Cómo podría lograrse algo así sin el apoyo económico y militar de una nación como los Estados Unidos, para ayudar a esforzar esa autoridad? Creo que no se podría. Es precisamente por eso que el día después de la cumbre de la G-8, el papa tuvo su primera reunión con el presidente Obama. ¿Y qué le dio él al presidente de los Estados Unidos? Una carpeta de piel blanca con una copia de la encíclica.



¿Ética?


También encontré muy interesante en la carta del Papa Benedicto cuando él escribe: “La economía necesita ética para poder funcionar correctamente — no cualquier ética, sino una ética que esté centrada en el pueblo.”



¿Un nuevo orden económico mundial basado en ética? ¿Y quién supones tú que sería el candidato más probable para proveer la clase de autoridad moral para guiar esa ética? ¿Sería alguien más que aquel que se ve a sí mismo (y quien es visto por millones) como el vicario de Cristo en la tierra?

Por favor recuerdas que en otros pronunciamientos papales se ha mencionado a menudo “la protección del “Domingo” para los trabajadores” como algo central a su concepto de ética económica. Todo esto tiene sentido, ¿no crees?

Sin dudas, esta última declaración papal, dada en un tiempo de severa crisis económica, debe más que nunca hacernos pensar lo cerca que realmente estamos del fin.



¿Trabajando con los Estados Unidos y la Unión Europea? ¿El Papa convocando a una singular autoridad económica mundial con “dientes reales” para imponer su voluntad económica en el mundo? ¿Quieres que sea más obvio que esto?



Aun me siento tentado a citar estas palabras de Jesús: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:21).




Nunca callaremos


Es triste decirlo, pero no muchas voces están hablando sobre estos temas profundos. Muy pocos entienden aun lo básico de las profecías bíblicas sobre el tiempo del fin. Aunque aquí en Amazing Facts, nunca nos detendremos... Pueden amenazarnos con arrestos; pueden acusarnos de expresiones de odio”… pueden aun cortar nuestra electricidad; pero mientras tengamos aliento, proclamaremos los mensajes de los tres ángeles al mundo sin importarnos si es impopular o políticamente incorrecto.”



Si amamos a Jesús y a nuestro prójimo, no podemos hacer menos.

Ultimadamente sabemos donde todo esto conduce. Hasta entonces, mientras hay tiempo aun, planeamos hacer todo lo posible para alcanzar las almas con el mensaje de salvación. La gente está hambrienta por entender lo que pasa.


Suyo en el Señor,


Pastor Doug Batchelor


(Traducido por Walter  Gabrielo)

lunes, 19 de octubre de 2009

LUZ EN EL PRIMER DIA DE LA CREACION



La luz del primer día de la creación





Richard M. Davidson



Al leer el relato de la creación de Génesis, hallo que el primer día Dios dijo: “Sea la luz, y fue la luz” (1:3). Unos versículos más adelante, sin embargo, dice que el cuarto día Dios puso “lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra… y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas” (1:1418). Como cristiana creyente en la Biblia, me pregunto cuál fue la fuente de luz que iluminó nuestro planeta antes del cuarto día, si no provenía del sol.






Havannah Beetson

Boroko, Papúa Nueva Guinea

Se han dado varias explicaciones. Una posibilidad es que la presencia divina fuera la fuente de luz del primer día de la creación. El Salmo 104, que es una narración estilizada del relato de la creación, menciona a Dios cubriéndose de “luz como de vestidura” en la sección paralela al primer día de la creación (v. 2). Durante los primeros tres días Dios podría haber separado la luz de las tinieblas (como más tarde separó la luz de las tinieblas en el mar Rojo (Éxodo 14:19, 20). Al ser Dios mismo la fuente de luz en la primera parte de la semana, él estaría enfatizando la naturaleza teocéntrica de la creación (centrada en Dios), en contraste con la heliocéntrica (centrada en el sol). Esto podría prevenir toda tentación de adorar al sol que podría resultar de ser el sol el primer objeto creado.

Una segunda opción supone que el sol fue creado antes del cuarto día, pero que llegó a ser visible en ese día al retirarse las nubes. Esto explicaría el ciclo tarde/mañana antes del día 4. La sintaxis hebrea de Génesis 1:14 es diferente del modelo de los otros días de la creación. El versículo 14 dice literalmente: “Que las luces del firmamento de los cielos separen el día de la noche” (y no “Que haya luces…para separar…” como en la mayoría de las traducciones), acaso implicando que las lumbreras ya existían antes del cuarto día. Tanto las lumbreras “mayores” y “menores” como las estrellas podrían haber sido creadas “en el principio” (antes de la semana de la creación, v. 1; Juan 1:13) y no en el cuarto día. En el cuarto día se les dio un propósito, “para separar el día de la noche” y “para señalar las estaciones y los años”. Una variante de esta postura es que el sol y la luna fueron creados antes de la semana de la creación, pero en su estado tohu-bohu (informe-vacío) al igual que la tierra (v. 2), y que en el cuarto día recibieron su estado funcional (v. 16).



Una tercera postura es que en el primer día Dios creó las propiedades físicas de la luz visible y el resto del espectro electromagnético. Sin embargo, esta idea no es satisfactoria si el universo y la luz de otras galaxias fueran más antiguas que la vida sobre la tierra. Varios pasajes de la Escritura sugieren que los cuerpos celestiales y los seres inteligentes fueron creados antes de que surgiera la vida en este planeta (Job 38:7; Ezequiel 28:15). Además, la sintaxis hebrea de Génesis 1:16 no necesita de la creación de las estrellas en el día 4, y de hecho sugiere que ya existían.



Una cuarta posición es que la estructura literaria de Génesis 1 dictó el orden de los días de la creación; el sol del cuarto día para proveer la luz del primero; las aves y los peces del quinto para habitar el aire que divide al agua del segundo; los animales del sexto para que vivan en la tierra seca y se alimenten de la vegetación del tercero. Sin embargo, la simetría parece revertirse en el pimer y cuarto días, ya que la luz aparece antes que su fuente física.

Una quinta respuesta sugiere que el relato de la creación de Génesis 1 intenta enfatizar la religión monoteísta de Israel, en contraste con el politeísmo de las naciones circundantes. La historia alteró deliberadamente la relación del sol, la luz y el ciclo diario para transmitir el poder del Dios Creador. Por ejemplo, el término traducido como “lumbrera mayor” fue preferido al vocablo hebreo para “sol” para evitar cualquier confusión con el diossol pagano. Sin embargo, las dos respuestas previas se apoyan en una comprensión figurada antes que literal de la narrativa de la creación.


De las opciones presentadas, las primeras dos parecen ser las que armonizan más con los datos bíblicos. Tal vez sea posible una combinación de estas dos posturas: el sol y la luna pueden haber sido creados (al menos en su estado informevacío) antes de la semana de la creación, pero Dios mismo fue la fuente de luz hasta el cuarto día. En Génesis 1, el autor intenta claramente presentar un relato literal de la creación. (Nota que la introducción “éstas son las generaciones/la historia” se utiliza en Génesis 2:4 y en otras nueve secciones de Génesis, lo que indica que la intención del autor es que la creación sea tomada tan literalmente como el resto del Génesis.) Parte de la cuarta posición podría ser cierta ya que Dios parece haber creado en forma artística de tal manera que en los primeros tres días formó lo tohu (“informe”) mencionado en el versículo 2, y en otros tres días se ocupó del bohu (“vacío”) del versículo 2. Parte de la quinta postura es también verdadera en el sentido que Dios creó de tal manera (e hizo que Moisés lo expresara con tanta exactitud en los términos apropiados) que sirviera como argumento en contra del politeísmo de las naciones vecinas.

Más allá de la respuesta o respuestas que se prefieran, el relato del Génesis refuta la adoración de la naturaleza, incluyendo al popular diossol. La luz y el ciclo diario fueron creados por Dios y dependen de él. Más adelante, en la semana de la creación, Dios asignó estas funciones al sol y a la luna, así como otorgó a los seres humanos la responsabilidad de ser mayordomos de la tierra, su cubierta natural y sus criaturas. En último término, los cielos, el mundo natural y cualquier habilidad humana de controlarlos o entenderlos por completo aún dependen totalmente de Dios que es el único que merece nuestra adoración.

Richard M. Davidson (Ph.D., Andrews University), autor de varios artículos y libros, es director del Departamento de Antiguo Testamento del Seminario Teológico de Andrews University, Berrien Springs, Michigan, EE.UU. Su correo electrónico: davidson@andrews.edu


IMPLICACIONES MORALES DEL DARWINISMO


Las implicaciones morales del darwinismo

Earl Aagaard

La vida humana parece haber perdido su dignidad y valor. Pregúntale a un musulmán en Serbia, a un bajai en Irán, o a un cristiano en el Sudán. Observa a Jack Kevorkian ayudando a un suicida y luego cómo es abrazado como un contribuyente serio y aun valioso para nuestro discurso moral. La pregunta es inevitable. ¿Qué tiene de importante el que uno sea humano?


Hubo un tiempo en que podíamos echar la culpa de la barbarie a los paganos, a los incivilizados, o a los fanáticos. Surgen en la mente algunos nombres: Hitier, Gengis Kan, o Pol Pot. Pero ahora no estamos hablando del pasado. Estamos al borde del siglo XXI. El conocimiento ha aumentado: los astronautas entrecruzan el espacio, los satélites circuyen el globo trayéndonos informaciones de todas partes y llevándolas a todas partes en pocos momentos; las galaxias más allá de la nuestra han llegado a ser objeto de estudio; y se buscan e investigan los genes dentro de nuestro cuerpo por si nos pueden dar indicios de los misterios de la vida humana. Y sin embargo, sigue la pregunta, sencilla pero muy profunda: ¿Qué tiene de tan especial el ser humano?



Para muchos filósofos, incluyendo algunos que se llaman cristianos, la respuesta es cada vez más enfática: No mucho. Con todo el conocimiento científico y los logros tecnológicos, y con los registros históricos expuestos en pleno ante nosotros, los seres humanos todavía están tentados a violar los derechos humanos básicos.

Después de la Segunda Guerra Mundial, los juicios de Nuremberg desnudaron el mal que acecha en el corazón humano y mostraron cómo, aún la sociedad más civilizada y culta puede arrastrarse a los albañales morales, borrando virtualmente el significado espiritual de "humanidad". Las lecciones de esa guerra llevaron a las Naciones Unidas a aprobar en 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Este documento, afirma la dignidad e igualdad de todos los seres humanos y demanda que las sociedades civilizadas protejan a los débiles del poder de los fuertes. La declaración todavía está vigente. ¿Por qué, entonces, todavía hablamos de los derechos y de la dignidad del hombre?

El mito de los orígenes

La respuesta puede encontrarse en lo que se acepta como la explicación científica del origen de la vida y de su diversidad, un relato que deja afuera al Dios de la Biblia. Esta perspectiva está claramente expuesta en el libro de James Racheis, publicado en 1990, Created from Animals: The Moral Implications of Darwinism (Nueva York: Oxford University Press). El autor razona desde el fundamento de la evolución naturalista. Su conclusión, fuertemente respaldada, es que el darwinismo socava totalmente la doctrina de la dignidad humana. Los seres humanos no ocupan ningún lugar especial en el orden moral; somos sencillamente otra forma de vida entre los animales.

Este concepto y la preocupación acerca de él no es nuevo. En 1859, el obispo Samuel Wilberforce advirtió que el darwinismo era "absolutamente incompatible" con la "representación total de la condición moral y espiritual del hombre", que sostiene el cristianismo. La Convención Bautista del Sur, en los Estados Unidos, repitió como un eco el concepto de Wilberforce en 1987. Pero no hay unanimidad entre los cristianos. Hace un siglo, Henry Ward Beecher, el notable predicador, sugirió que la perspectiva evolucionista agregaba gloria al Dios de la creación. El Papa Juan Pablo II está dispuesto a aceptar el proceso evolucionista como el medio que Dios usó para crear el cuerpo humano (aunque no el "espíritu", que él insiste, es la creación inmediata de Dios).

Aun los científicos están divididos en este tema. Algunos (como Steven Jay Gouid) dicen que el darwinismo y la religión no son incompatibles, que uno puede ser a la vez teísta y darwinista; mientras otros (William Provine) afirman que el darwinismo hace que toda religión sobrenatural no sea sólo superflua, sino también insostenible.

Rachels argumenta ("¿Debe un darwinista ser escéptico?") que la teleología (dirección y propósito) en la naturaleza es irrevocablemente destruida por el darwinismo. Sin teleología, la religión debe "replegarse para ser algo como el deísmo... que ya no sostiene la doctrina de la dignidad humana" (pp. 127, 128). Este argumento es poderoso y debe ser refutado si algún darwinista religioso logra rescatar la enseñanza bíblica de que los humanos fueron creados a la imagen de Dios y tienen un lugar especial en el orden divino. Como nos recuerda Racheis: "La tesis de la 'imagen de Dios' no es compatible con un concepto teísta cualquiera. Requiere de un teísmo que ve a Dios como diseñando activamente al hombre y al mundo como el hogar para el hombre".

En el capítulo: "¿Cuan diferentes son los humanos de los animales?" Rachels concluye que el darwinismo destruye cualquier fundamento para una diferencia moralmente significativa entre los humanos y los animales. Si los humanos, como descendientes de criaturas similares a los monos antropomorfos por la selección natural, pudieran ser físicamente diferentes de los animales no humanos, no pueden serlo en su esencia. Ciertamente no serían diferentes de alguna manera que diera a cada ser humano más derechos que a cualquier animal. En palabras de Rachels: "Uno no puede razonablemente hacer una distinción en lo moral donde esto no existe en realidad". El llama a su doctrina "individualismo moral" y rechaza "la doctrina tradicional de la dignidad humana", junto con la idea de que la vida humana tiene algún valor inherente que le falta a la vida no humana.

El individualismo moral

En "Moralidad sin que los humanos sean especiales", Rachels trata primero con la igualdad humana, y ¡luego la rechaza! Los humanos tienen derecho a "ser tratados como iguales" sólo si no hay "diferencias relevantes" entre ellos. Estas "diferencias relevantes" pueden ser usadas para hacer distinciones entre diferentes razas, géneros e individuos humanos. Aceptando el concepto darwiniano extiende el análisis también a los animales no humanos, no cediendo ninguna superioridad automática a las pretensiones humanas por sobre las de los conejos, cerdos o ballenas. Bajo el "individualismo moral", cuando se enfrenta con la necesidad de usar un chimpancé o un humano para un experimento médico fatal, ya no se puede decidir el asunto notando que el chimpancé no es humano. "Tendríamos que preguntar qué justifica usar a ese chimpancé, y no a ese humano en particular, y la respuesta tendría que venir en términos de sus características individuales, no sencillamente por pertenecer a un grupo" (p. 174).



Dado el papel crucial de las "diferencias relevantes" en esta ética, uno busca alguna definición formal de la expresión. Rachels no proporciona ninguna. En cambio, nos da "algo de cómo actúa el concepto" en un ejemplo acerca de probar cosméticos en los ojos de los conejos, y en una vaga expresión hipotética: "Si se cree que es permisible tratar a A en cierta forma, y no a B, primero preguntamos por qué B no puede ser tratado de esa manera... Si A y B difieren sólo en formas que no figuran en la explicación de por qué está mal tratar a B de la manera especificada, entonces las diferencias son irrelevantes" (p. 181). Este no es ningún baluarte contra el egoísmo y el mal que vemos en nosotros mismos y en nuestros vecinos humanos.

La experiencia demuestra que cualquier norma ética laxa y relativista puede ser torcida para darle cualquier forma que sea necesaria a fin de permitirnos hacer lo que queramos con nuestros prójimos humanos. Los ejemplos abundan: la esclavitud; las persecuciones raciales y religiosas; un millón de abortos por año en los E.U.A.; la epidemia de bebés abandonados, abusados y asesinados; leyes que permiten el suicidio asistido y la eutanasia; la limpieza étnica; etc. Debemos tener una "línea clara" como norma para nuestras obligaciones hacia cada miembro de la familia humana. Esta es la diferencia entre la moralidad y la amoralidad. No hay terreno intermedio.


El darwinismo y la amoralidad

La conexión entre el darwinismo y la amoralidad es ahora explícita. En la revista New York Times Magazine del 3 de noviembre de 1997, Stephen Pinker escribió acerca de la "psicología evolucionista". Nos dice que "los filósofos morales han concluido que... nuestros recién nacidos inmaduros no poseen [el derecho a la vida] más que cualquier ratoncito", y alega que el "neonaticidio puede ser el producto de una programación materna" ya que "ha sido practicado y aceptado en la mayoría de las culturas a través de la historia". De este modo liga el infanticidio directamente con nuestro abolengo evolucionista y con la lucha darwiniana por la supervivencia, que a veces demanda que las madres maten a sus hijos a fin de llevar adelante su propio futuro reproductivo. En artículos como ese, lo que antes era impensable, es ahora presentado como razonable y aceptable. Se nos está "ablandando" para un cambio en la moralidad de la comunidad: la que sostiene que algunos humanos merecen respeto y protección, pero que otros no lo merecen y pueden ser matados con impunidad. Puedes ver este proceso en funcionamiento hoy en el discurso académico y cada vez con más frecuencia en los medios de difusión populares.

Hace cincuenta años, todas las naciones que tenían derecho al voto en las Naciones Unidas, llanamente rechazaron esta clase de razonamiento. La ética que emerge en el occidente es un repudio directo a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. En su preámbulo, la Asamblea General declaró unánimemente (con ocho abstenciones) que "la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana". En los artículos mismos encontramos: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos" (Art. 1); "Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna" de ninguna clase (Art. 2); "Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica" (Art. 6); y "Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley" sin ninguna discriminación (Art. 7). Este no es un lenguaje ambiguo; no puede haber confusión acerca de lo que significa. Aceptar lo que Rachels y Pinker están ofreciendo, significa dar la espalda a la sabiduría establecida en el pasado.

La madurez (y nuestra seguridad) demanda reflexión honesta. Un sistema de ética basado en el relativismo moral siempre terminará con los fuertes en el poder y los débiles bajo sus pies. La visión darwiniana del mundo, seguida hasta sus consecuencias lógicas, no nos conduce a ninguna parte, y esto debería ser suficiente para que la rechacemos. Tal vez no debería sorprendernos de encontrar a los darwinistas completamente seculares y totalmente naturalistas patrocinar una filosofía tan utilitaria y de sangre fría, pero lo que realmente asombra es notar la cantidad de especialistas en ética, filósofos y otros que se identifican como cristianos y que sin embargo nos instan a adoptar una ética que sigue el sendero darwinista.

El argumento para el relativismo moral es sutil y atrayente si se lo considera superficialmente. A menudo comienza reafirmando la verdad biológica (y bíblica) de que somos humanos desde el momento de la concepción. Pero, en seguida se nos dice que hay una diferencia entre un "humano" y una "persona", y que la calidad de ser persona es la categoría que un humano debe lograr a fin de tener el derecho a la vida. Los requisitos para ser humano varían, pero generalmente incluyen la posesión de conciencia propia como una condición necesaria para ser una "persona" con pleno estatus moral (por ejemplo, para tener el derecho a no ser asesinado). Por supuesto, ningún ser humano nace con conciencia de su existencia, y muchos de nosotros podemos perder nuestra conciencia propia, temporariamente o en forma permanente, debido a heridas, enfermedad o edad. Por lo tanto, aquí convergen la filosofía darwiniana y la de algunos pensadores cristianos actuales, el "individualismo moral" se encuentra con "la calidad de ser persona inmediata".

El individualismo moral (o la ética de la "calidad de ser persona") y la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas son galaxias en colisión; son totalmente incompatibles. La galaxia representada por la Declaración de las NÚ está fundada en la tradición moral judeocristiana, una tradición que se remonta a miles de años. La galaxia del "individualismo moral" pretende estar fundada en la razón humana, y se expresa en declaraciones que comienzan con: "Yo sostengo...". "Yo veo...", o "Yo planteo...". El "individualismo moral" y sus clones proponen que tanto los humanos como los no humanos han de ser juzgados por los mismos criterios relativistas. En este universo moral, los seres humanos han perdido su derecho inalienable a la vida, algo que los cristianos han mantenido siempre, porque "creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó".


Derribados del pedestal

Derribar a los humanos del pedestal de la dignidad sobre el cual la Biblia los había colocado tiene implicaciones para todos, no sólo para los pacientes terminales en estado comatoso, los recién nacidos con deficiencias, los viejos y los débiles, y otros que no son "como nosotros". Bajo la ética del "individualismo moral", no hay principios que impidan que una raza clasifique a otras razas como menos que plenamente humanas, y las esclavice y las mate. No hay principio que pida cuentas a quienes procuran rebajar a otros al estatus de "no personas". No hay principios que condenen a los padres que usan las pruebas prenatales para determinar el sexo del niño no nacido y luego abortar a quienes sean del sexo femenino. No hay principios que detengan a la sociedad de decidir que el estatus plenamente humano se alcanza recién a los 3 ó 4 años de edad, y de establecer centros para la eliminación de las "no personas" que no se desean. No hay principios que impidan la clonación de un individuo (muy rico), o el uso de seres humanos que resulten como un depósito de órganos de repuesto. Podemos espantarnos con estas sugerencias, pero la verdad desnuda es que cuando abandonamos el imperativo bíblico de que la vida humana inocente es sagrada y no debe ser tocada, todos corremos riesgos, porque cuando los fuertes toman el poder, "el poder justifica los actos".

Cuando los moralistas cristianos llegan a las mismas conclusiones que los darwinistas acerca de nuestras obligaciones para con nuestros prójimos humanos, es tiempo de ponerse a pensar seriamente. Dios nos creó, y él sabe el mal que somos capaces hacer. Por esta razón, él nos instruyó para tratar a todos los humanos como dignos de recibir igual dignidad y respeto. Ni el "individualismo moral" ni la ética de la "calidad de ser persona" es compatible con la interpretación tradicional de las Escrituras, y esto debería ser razón suficiente para que la gente de fe los rechace directamente. Pero, además, para aquellos cuya fe es débil, en la historia encontramos muchas demostraciones de que antes de cada matanza ha habido una división de la población humana entre "nuestro grupo" (protegido) y "aquellos otros" (no protegidos) que hacen que sea permisible matarlos. La mayoría de los moralistas relativistas actuales no piensan en esto. Sencillamente están tratando de crear una base no dogmática, sino racionalista, para la conducta que consideran adecuada. Este esfuerzo ha sido probado antes e invariablemente con consecuencias trágicas.

Yo creo que James Rachels tiene éxito en su argumentación: uno no puede ser darwinista y sostener lógicamente el punto de vista de que la vida humana es sagrada. La pregunta más inmediata para "el pueblo del libro" parece ser aún más relevante: ¿Puede uno sostener que la vida humana no es sagrada, y todavía ser cristiano?

Eari Aagaard (Ph.D., Colorado State University) es profesor de biología en el Colegio Unión del Pacífico. Su dirección postal es: 3 College Ave., Angwin, CA 94508, E.U.A. Email: eaagaard@puc.edu. Para ensayos sobre este tema publicados con anterioridad en esta revista, ver David Ekkens: "Humanos y animales: ¿Son iguales?", Diálogo 6:3 (1994), pp. 5-8, y James Walters: "¿Es Koko una persona?", Diálogo 9:2 (1997), pp. 15-17, 34.

DE LA EVOLUCIÒN A LA CREACIÒN


   Tu madre va a ir al infierno y será atormentada por toda la eternidad". Eso era lo que le oía decir una y otra vez a mi maestra católica sobre mi madre luterana, que se estaba muriendo de cáncer. ¿Cómo puede un Dios de amor castigar a una madre fiel como la mía? Si ése es Dios, lo odio. A los 10 años yo ya era un ateo convencido.


  Con el tiempo me gradué con especialización en zoología en la universidad de Capetown, Sudáfrica, donde se enseñaba la teoría de la evolución. Entre mis profesores había hombres brillantes cuyos trabajos sobre la evolución humana llevados a cabo en cráneos habían hallado lugar en los museos de todo el mundo. Ateo a carta cabal, proseguí mis estudios para obtener el doctorado y comenzar mi carrera como ayudante de cátedra en la Universidad Stellenbosch. Mi vida entera giraba en torno a la evolución. Enseñaba esa teoría y basaba todas mis investigaciones en ella. Para mí, Dios no existía.



Cierta vez, cuando estaba dando una clase, una joven estudiante me enfrentó de esta manera: "Lo que usted está diciendo, Dr. Veith, es mentira. Dios creó los cielos y la tierra en seis días". Exploté de ira y de inmediato me puse a hacer trizas sus argumentos hasta que ella empezó a llorar. Los estudiantes quedaron impresionados por mi habilidad para refutar la doctrina de la creación.



La vida me sonreía. Tenía una esposa maravillosa, un hermoso bebé y una carrera prestigiosa. Dios era lo último en lo que yo pensaría. Hasta la noche en que mi hijo enfermó de muerte. Nada de lo que hacían los médicos daba resultados. En mi desesperación, me volví a Dios como último recurso. Volví a mi iglesia, la católica, para implorar la misericordia de Dios. Mi hijo se salvó. Y por obligación, más que nada, comencé a asistir regularmente a misa.



Cierta vez le hice algunas preguntas a un sacerdote acerca de la evolución y la creación. Me dijo: "Todos sabemos que existimos gracias a la evolución". ¡Fantástico! --pensé--. Puedo creer en Dios y en la evolución al mismo tiempo.

Un día me encontré con el carpintero que iba a remodelar nuestra cocina. Él cambió completamente mi vida. Al presentarse, como quien no quiere la cosa, me dijo:

--Yo ando con el Señor.



--Usted andará con el Señor, pero yo lo único que quiero es que me arregle la cocina, ¿estamos? --le repliqué.

--Estamos-- me dijo, y me alcanzó un folleto que metí en una gaveta del escritorio.

Con el tiempo, unos cuantos aspectos de la Iglesia Católica me empezaron a inquietar. ¿Por qué repiten una y otra vez las mismas plegarias y los mismos ritos? ¿Tiene realmente poder el sacerdote para convertir el pan y el vino en el verdadero cuerpo de Cristo? Mientras me hallaba un día sentado solo en uno de los bancos de atrás en la iglesia, me llamó la atención una lucecita roja que titilaba en una caja, para dar a entender que allí adentro estaban las hostias. Tienen a Dios encerrado en esa caja. Entonces oré: "¿Dónde estás, Señor? No te conozco, pero si realmente existes, muéstramelo".

Me fui rápidamente a casa y busqué el folleto que me había dado el carpintero. En tres columnas presentaba tres versiones de los Diez Mandamientos: la bíblica, la luterana y la católica. Con la ayuda de un catecismo y una Biblia comencé un estudio comparativo. ¡Los mandamientos no concordaban! Confundido, busqué el número de teléfono del carpintero. Ese fue el comienzo de una larga serie de estudios bíblicos. Mi confusión empeoró cuando el carpintero comenzó a desarrollar el tema del sábado. "¿Cómo puede usted guardar un mandamiento que afirma que el Señor creó los cielos, la tierra y el mar en sólo seis días?"

En esa misma época mi secretaria me pasó una pila de documentos contra el sábado y los adventistas del séptimo día. Se la entregué a mi esposa y le dije: "Revisa esto. En una de esas hay algo bueno para nosotros aquí". Y mientras yo me enfrentaba con el tema de la creación, ella luchaba con el tema del sábado. Cuando terminó de revisar ese material, mi esposa me dijo: "Esto me ha convencido de que el sábado es el verdadero día de reposo". Un documento contra el sábado le demostró que el mensaje del sábado era verdadero.

Riesgos de aceptar el creacionismo



Éste representaba un problema mayúsculo para mí. Era imposible que guardara un día que recordaba una creación efectuada en seis días, pues todavía creía que esa creación tenía que haber durado seis mil millones de años por lo menos. Mientras luchaba con mi dilema, oraba: "Dios mío, si verdaderamente existes y hay algo malo en lo que creo, muéstramelo".






Nuestra universidad se ufanaba de tener la biblioteca más completa del hemisferio sur en lo que a libros evolucionistas se refiere. El estudio de uno de esos libros me llamó la atención. Una edición antigua planteaba un problema importante respecto a los cetáceos o ballenas, que aparecen súbitamente entre los fósiles ya totalmente formados. Pero una edición posterior de la misma obra sostenía que los cetáceos tienen un origen más antiguo y que evolucionaron pasando de unos a otros. Encontré varios casos evolucionistas similares a éste. Aunque las ediciones antiguas confesaban que había problemas sin resolver, las más nuevas nunca admitían la existencia de problemas. Y cuantos más libros comparaba, más discrepancias hallaba. Comencé a hacer una lista, revisaba el significado de las palabras hebreas y griegas que encontraba, verificaba los hechos históricos y examinaba las profecías bíblicas. A pesar de todo eso, no encontré la salida y le dije a mi familia: "Vamos a comenzar a guardar el sábado y a asistir a la Iglesia Adventista".

Aunque guardaba el sábado, seguía enseñando la teoría de la evolución. Sabía en mi corazón que debía introducir algunos cambios. Por esa época se me pidió que dirigiera un debate acerca de la evolución para un grupo de posgraduados. ¿Debía yo decir en público lo que creía ahora?

Durante el debate di una conferencia acerca del sistema completo de los genes, destacando cada problema y terminando cada vez con la declaración: "La evolución no es posible". Al terminar, hubo un momento de silencio. Después se desencadenó un verdadero infierno. Un colega, rojo como un tomate, comenzó a gritarme. A esto le siguió una reunión especial en la que se votó que la teoría de la evolución debía ser la base de toda enseñanza. Yo ya no valía absolutamente nada en cuanto a credibilidad científica. Y presenté mi renuncia.

Jornada difícil, promesas abundantes

Vendimos nuestra casa y compramos una granja en la cual invertimos todo nuestro dinero, además de un préstamo del banco. Sembramos trigo y creció tanto que los granjeros de los alrededores venían a verlo. "Un universitario como usted --decían-- debe saber algo que nosotros no sabemos". Eso ocurre porque estamos andando con el Señor. Yo pensaba: Ahora que somos cristianos todo va a salir bien. Pero pronto aprendí que el hecho de ser cristianos no es garantía, en absoluto, de que el viaje sea placentero.

La vida era maravillosa hasta que una enorme cantidad de pájaros comenzaron a revolotear, y, pasando por alto las granjas de los alrededores, se instalaron en nuestro trigal. Se comieron todo. No quedó nada. Para empeorar las cosas, los dos autos que teníamos se arruinaron en sendos accidentes. Todo lo que teníamos era una cantidad de deudas tan grande que ni vendiendo la granja las podríamos pagar. Al mismo tiempo, la economía de Sudáfrica se vino al suelo. Dios mío, ¿cómo me puedes hacer esto? No tengo manera de ganarme la vida. Yo ya no tengo credibilidad científica alguna. No puedo volver a mi antiguo trabajo. Estoy liquidado.

Copié todas las promesas que pude encontrar en la Biblia y oré: "Señor, estas promesas son para nosotros. Ten piedad de nosotros, no nos dejes sin dinero y sin comida. Que se haga tu voluntad".

A la mañana siguiente sonó el teléfono. Era de la universidad. "Hay un profesor que está solicitando una licencia de un año. ¿Podría usted reemplazarlo?"


 

--Ustedes saben que yo no enseño la teoría de la evolución --contesté firmemente.

--Limítese a enseñar ciencias. Estamos en dificultades y necesitamos un reemplazante.



--Formidable--. ¿Cuándo empiezo?

--Dentro de tres meses.



En tres meses más probablemente ya habremos muerto por inanición.



Veinte minutos más tarde volvió a sonar el teléfono. Era un nuevo llamado de la universidad. Por problemas de juntas y papeles, ¡debía empezar a enseñar en tres días! Teníamos sólo tres días para encontrar a alguien que nos cuidara la granja y para trasladarnos a la universidad. De nuevo, simplemente le presentamos nuestros problemas a Dios. "Señor --le dijimos--, no tenemos dinero para contratar a alguien que cuide la granja. Ayúdanos a encontrarle solución a este problema". Casi de inmediato apareció una pareja joven a la puerta. "Perdimos nuestro trabajo en una granja por rehusarnos a trabajar en sábado --dijeron--, y estamos buscando un lugar donde vivir". Dios hizo un milagro tras otro para suplir todas nuestras necesidades. Incluso encontramos un lugar donde podíamos vivir sin pagar alquiler el primer mes.







Pocas semanas después de comenzar a enseñar, se me invitó a participar de una gira bíblica-científica dirigida por el Dr. Ariel Roth, del Instituto de Investigaciones de Geociencia de Loma Linda, California. En verdad, yo quería participar porque necesitaba disponer de más evidencias que confirmaran mi creencia en el relato bíblico del diluvio y la creación, pero no podía pedir una licencia de seis semanas pues era muy nuevo en el trabajo. Entonces comenzaron a estallar disturbios por todas partes. Mi país se convirtió en un caos y la universidad cerró sus puertas durante seis semanas. Exactamente el tiempo que necesitaba. Participé de la gira de Geociencia, y comencé a preparar mis propias conferencias acerca de la creación.

Cuando terminó mi contrato de un año con la universidad, se presentaron varias vacantes permanentes de enseñanza. Se me tomó en cuenta para una de ellas. ¡Veith es muy discutido! Tiene ideas raras" --comentaban algunos--. Pero, aquí estoy, desempeñándome como director del Departamento de Zoología en una universidad secular. Y enseño creacionismo. Parece imposible, pero sucedió porque Dios quería que yo estuviera aquí. Me puede mantener aquí por tanto tiempo como él quiera, y cuando esta puerta se cierre, ya encontrará algo mejor para mí.

Walter Veith es director del Departamento de Zoología de la Universidad del Cabo Occidental, Sudáfrica.


domingo, 11 de octubre de 2009

LA CREACIÓN Y UNA FE LÓGICA


Ed Christian

No tengo mucha fe en la lógica como una solución para los problemas del mundo, pero yo quiero una fe lógica. No exijo que mi fe se equipare a la “lógica científica” como se la concibe actualmente, pero espero que sea coherente en todos los aspectos.

Me refiero aquí a la lógica interior de la Escritura y la doctrina, por supuesto. Quiero creer lo que la Biblia enseña, pero también quiero que esa creencia sea lógica. No quiero creer en “fábulas artificiosas” (2 Pedro 1:1)*.

Me rehúso a creer en cualquier “doctrina cristiana” que yo no pueda basar satisfactoriamente en la Biblia. Pero también me rehúso a negar cualquier doctrina cristiana apoyada en la Biblia, aun si ésta fuera impopular o se la considere “no científica”. Hacerlo sería ilógico.

Tengo un amigo que es el capellán de la universidad estatal donde enseño. Este pastor tiene una fe ilógica, y piensa que eso le ayudará a atraer a Cristo a nuestros estudiantes universitarios. Cree, según dice, en la existencia de Dios, en Jesucristo como su Salvador, en el nacimiento virginal y en la vida venidera, pero no cree en la Creación. Para mi modo de ver, esto hace que su fe carezca de sentido y resulte ilógica. Muchos cristianos presuntamente “lógicos” comparten la fe ilógica de este pastor universitario. En este breve artículo trataré de explicar por qué es ilógico desde el punto de vista bíblico y doctrinal no creer que Dios creó la vida sobre la tierra en seis días literales.**

Estoy asumiendo, como base de esta discusión, que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios, dada a nosotros por medio de las palabras elegidas por los hombres, pero doctrinalmente infalible en su versión original. Si esto no es así, si esta es mera especulación humana de escritores religiosos, entonces no disponemos de una base lógica o autorizada para la fe y la doctrina, cualquiera sea nuestra creencia.

El problema es éste: Muchas doctrinas cristianas están basadas en parte sobre textos que de manera clara e inconfundible dicen que Dios nos creó. Sea que lo expresen o no, los textos asumen que la Creación se produjo en seis días. Los escritores de la Biblia no tienen otras teorías sobre este tema. De ahí que, lógicamente, si Dios no nos creó de acuerdo con lo que la Biblia dice que ocurrió, entonces dichos textos, equivocados en algunas partes, podrían estarlo en cualquier otro aspecto también. ¿Cómo podemos afirmar que la frase que identifica a Jesús como Salvador es inspirada, pero la siguiente en la que se lo identifica como Creador, no es más que una leyenda? Esta manera tan arbitraria de abordar el tema de la inspiración es totalmente ilógica.

Analicemos las siguientes declaraciones y los textos en las que se apoyan. Si estos pasajes de la Escritura son aceptados como un auténtico e inspirado fundamento de la doctrina y la fe, entonces como cristiano, no me queda otra alternativa lógica que afirmar la validez de su implicación, esto es, que Génesis 1 es el relato verdadero inspirado por Dios sobre la creación divina de la vida sobre la tierra en seis días.

Si Dios no nos creó, no tenemos base lógica para creer que Jesús es el Mesías, el Salvador y el Hijo de Dios:

“Así dice Jehová, Redentor vuestro, el Santo de Israel: . . .Yo soy Jehová, Santo vuestro, Creador de Israel, vuestro Rey” (Isaías 43:14, 15).

“Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” ( Juan 1:3).

“Para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él” (1 Corintios 8:6, ver además, Hebreos 1:1-3, Colosenses 1:15-20, 1 Pedro 1:18-20).

Si Dios no nos creó, no tenemos una base lógica para creer en la venida de Cristo y el fin del mal:

“Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Apocalipsis 14:7).

“Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra . . . y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor” (Isaías 65:17-19).

“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34).

Si Dios no nos creó, no tenemos base lógica para creer en los Diez Mandamientos como la ley de Dios:

“Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó” (Exodo 20:11).

Si Dios no nos creó, no tenemos base lógica para creer en la santidad del matrimonio:

“¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” ( Mateo 19: 4-6).

Si Dios no nos creó, no tenemos base lógica para creer en el nuevo nacimiento o la regeneración:

“No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Colosenses 3: 9 y 10).

Si Dios no nos creó, no tenemos base lógica para creer en la vida como un don de Dios:

“Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo. Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra” (Salmo 104:29 y 30).

Si Dios no nos creó, no tenemos base lógica para creer en la revelación divina al mundo por medio de la naturaleza:

“Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20).


“Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación. Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 Pedro 3:3-7).

Si Dios no nos creó, no tenemos base lógica para creer en la existencia de Dios como el soberano del universo:

“Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Apocalipsis 4:11).

Si Dios no nos creó, no tenemos base lógica para creer en la omnisciencia de Dios:

“Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13).

Si no creemos que la vida fue creada sobre la tierra en seis días, como lo enseña Génesis 1, entonces desde luego, es ilógico creer que Adán y Eva pecaron alguna vez como lo enseña Génesis 3. Si nosotros evolucionamos incluso por “evolución deísta” o “por diseño”, entonces la muerte ha existido desde siempre en la tierra. Dios, si es que hay alguno, se vuelve un dios de “garras y dientes” que nos ofrece una “supervivencia del más apto” en lugar de “salvación por la fe”. Si la muerte ha existido siempre, entonces la muerte no entró al mundo como resultado del pecado. Por lo tanto, si evolucionamos, no puede haber tal cosa como el pecado que lleva a la muerte y no habría necesidad de un Salvador del pecado. Pero tampoco tendríamos razón para abrigar la esperanza del fin de la muerte.

Si Juan y Pablo identificaron a Cristo como el Creador y ellos estaban equivocados, entonces no tendríamos una base lógica para esperar que hayan estado en lo correcto cuando escribieron que él murió por nuestros pecados, resucitó, ascendió al Padre y volverá para salvarnos y re-crear lo que originalmente creó.

“Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Corintios 15:19).

Yo no creo que podemos transitar por dos caminos. Si aceptamos que Dios creó el mundo de la manera que la Biblia lo enseña, entonces es lógico esperar su regreso. Si no aceptamos la Creación, entonces la fe en Cristo es una mera expresión de deseos, y el cuerpo de Cristo sólo un club social.

Ed Christian (Ph.D., University of Nebraska), enseña Inglés y La Biblia como Literatura, en la Universidad Kutztown. Este ensayo es una adaptación de las notas de su cátedra de Literatura del Antiguo Testamento. Su dirección postal es: Department of English; Kutztown, Pennsylvania 19530, U.S.A. E-mail address:

Notas y referencias

* Todos los pasajes de la Biblia citados son de la RVR, 1960.

** Aclaro “vida sobre la tierra”, porque concuerdo con Richard Davidson en que el texto hebreo de Génesis 1 requiere seis días para la creación de la vida, pero sugiere que Dios creó el mundo y el universo “desordenado y vacío” durante las edades sin tiempo antes de la creación de vida en la tierra. Ver Davidson: “En el principio: Cómo interpretar Génesis 1", Diálogo 6:3 (1994), pp. 9- 12.

CREACIONISMO: ¿VÁLIDO AÚN EN EL NUEVO MILENIO?


George T. Javor


El creacionismo no es para tímidos o timoratos. Está basado en una aseveración de hace 3.500 años que se encuentra en la Biblia: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Génesis 1:1, VRV). Sin embargo, la mayoría de los científicos contemporáneos creen que la vida fue el resultado tardío de una enorme explosión natural de la materia primitiva hace billones de años. Creer en la creación es ir contra la marea.


"Nada en biología --escribió Dobzhansky-- tiene sentido excepto a la luz de la evolución".1 Los directores de la revista Science, prologando una edición especial sobre la evolución, afirmaron no hace mucho: "Los conceptos intelectuales que surgen de nuestra comprensión de la evolución han enriquecido y cambiado muchos otros campos de estudio".2 En el mismo ejemplar escribió Stephen Jay Gould: "La evolución orgánica ... [es] uno de los hechos más firmes jamás convalidados por la ciencia".3


La respuesta creacionista estándar a este tipo de declaraciones es señalar defectos en los argumentos evolucionistas. Pero los creacionistas están en una mejor posición cuando muestran que sus explicaciones logran mejores resultados que las evolucionistas. Su meta debiera ser desarrollar un paradigma tan funcional que la gente tuviera que admitir: "Nada en biología tiene sentido excepto a la luz del creacionismo".


Con esto como trasfondo, consideremos unos pocos aspectos del creacionismo aún válidos para investigadores cristianos del siglo XXI.


1. ¿Es el creacionismo un paradigma de origen religioso?


Sí. Los esfuerzos por presentar el creacionismo en una envoltura secular desvirtúa su fuerza. En el mismo centro del creacionismo está el Creador. La Biblia enseña que el Creador está íntimamente involucrado en la naturaleza, aunque no es parte de ella. Por lo tanto, la religión no puede estar divorciada de la ciencia. Mientras que la ciencia puede ser practicada sin ninguna referencia a la religión, la interpretación de tales esfuerzos puede ser defectuosa.


De las grandes civilizaciones, la de Europa Occidental dio origen a la ciencia moderna, con énfasis en la experimentación y las formulaciones matemáticas.4 Varias culturas de la antigüedad, entre ellas la china y la árabe, produjeron un nivel más elevado de erudición y tecnología que la de Europa medieval. Sin embargo, fue en Europa donde nació la ciencia moderna. A esto contribuyó mucho la fe judeo-cristiana, con su confianza en las leyes de la naturaleza.


El supuesto conflicto entre la religión y la ciencia es un invento reciente y una distorsión de las realidades históricas, por una clase de historiadores (encabezada por John Williams Draper y Andrew Dickson White), cuya agenda fue destruir la influencia de la iglesia. El secularismo de nuestros días, popular en las ciencias, podría ser sólo una desviación en la historia de la ciencia.


2. ¿Cuáles son los supuestos inconvenientes del creacionismo?


a. El creacionismo se originó en un mundo precientífico, en el cual abundaban los mitos. La historia bíblica de la creación frecuentemente es comparada con la babilónica y otras semejantes.


b. El creacionismo se basa en la noción de que existe un ser sobrenatural, lo cual no puede ser verificado científicamente. Además, si esto fuera cierto, entonces nuestro mundo sería caprichoso, sujeto a los antojos de poderes sobrenaturales, y la ciencia no está equipada para estudiar un mundo tal.


c. El creacionismo restringe la investigación, porque la ciencia no se interesa en estudiar el origen de la vida o la relación entre los organismos.


d. El creacionismo implica ser responsable ante Alguien. Esto significa que el ser humano no es la autoridad suprema en el mundo.


Respuestas a estas observaciones:


a. El hecho de que exista una historia de la creación en diferentes culturas antiguas sugiere una fuente común para todas ellas.


b. El Ser supremo presentado en la Biblia creó un mundo que funciona según leyes que fueron establecidas o pueden ser descubiertas. A los seres humanos se les indicó que sojuzguen y cuiden de lo creado respetando esas leyes. Pareciera que en el funcionamiento regular de la naturaleza no existiera el capricho. No obstante, el paradigma creacionista admite la intervención divina en el mundo natural, cuando se pasan por alto algunas leyes naturales. Los creacionistas creen que las más significativas intervenciones divinas del pasado han sido explicadas a la humanidad por revelación especial. La ciencia moderna se extravió cuando descartó la información revelada de manera sobrenatural.


c. La idea de que el paradigma creacionista es restrictivo para la ciencia depende de la perspectiva de cada investigador. Este decide cuán amplio es el ámbito de la realidad dentro del cual quiere realizar sus estudios.


3. ¿El creacionismo obstaculiza o favorece la investigación científica?


La cosmovisión creacionista es un fuerte factor que motiva a los científicos a investigar el mundo natural, realizando experimentos a fin de comprender mejor cómo Dios dirige y mantiene en funcionamiento el mundo. Tal fue el enfoque de los científicos "voluntaristas", que reaccionaron contra la perspectiva aristotélica, que sostenía que el universo y todo lo que contiene habría sido creado en base a leyes de la lógica, que el propio Aristóteles habría descubierto. Van Helmont, Robert Boyle e Isaac Newton fueron científicos voluntaristas prominentes, dedicados a la observación y experimentación científica.


La doctrina bíblica de la creación nos asegura que vivimos en un mundo ordenado y gobernado por el supremo Legislador. Esto representa un fuerte contraste frente a la cosmovisión pagana que concibe la naturaleza como dirigida por fuerzas misteriosas. De manera que la doctrina de la creación es un factor positivo y posiblemente decisivo en el surgimiento de la ciencia moderna.


4. ¿Tiene poder explicativo el creacionismo?


La ciencia es en gran medida explicación. La mejor prueba del valor de un paradigma es su poder explicativo. Aquí hay algunos ejemplos:


Las evidencias de diseño que se observan en la naturaleza a todo nivel apoyan naturalmente el creacionismo.
La gran diversidad entre los organismos puede ser interpretada como un reflejo de la increíble imaginación del Creador.
La interacción entre los organismos y su mutuo apoyo son testimonio de un diseño beneficioso.
La difícil tarea de explicar cómo llegó a existir la materia viviente desaparece. También desaparece la carga de tener que conectar todos los organismos por medio de árboles filogenéticos.
El creacionismo ayuda a explicar la excepcional fidelidad de la reproducción genética por un lado y el limitadísimo campo de posibles cambios que pueden ser logrados por mutaciones. (Por ejemplo, en el laboratorio ya se demostró que la bacteria E. coli sigue siendo E. coli aún después de miles de generaciones.)
No todas las manifestaciones de la biosfera tienen que ver con valores de supervivencia. La vida es más que la mera supervivencia. Si éste fuera el único criterio, veríamos un mundo mucho más despoblado. El creacionismo nos libera de tener que explicar por qué hay tanto organismos unicelulares como pluricelulares, y por qué es absolutamente necesario que coexistan dos diferentes tipos genéticos de organismos (masculino y femenino).
Es posible entender que las características comunes entre los organismos provienen de un mismo Diseñador inteligente. Por ejemplo: similitudes en los procesos metabólicos generan necesidades metabólicas comunes, las que pueden ser satisfechas por fuentes comunes de alimento. Diversas características confirman la habilidad de los organismos para llenar diferentes nichos de existencia y para preservar sus identidades. Las diferencias entre los organismos también reflejan la obvia predilección del Diseñador por variaciones.
En lugar de preguntar cómo un organismo logra crear su propio nicho de existencia, preguntamos: ¿Cómo contribuye esta especie al bienestar de la biosfera?
Se resuelve el dilema de qué apareció primero, el huevo o la gallina. La gallina vino primero.
Se entiende que la causa de todo lo que existe, ascendiendo desde los átomos, es la expresa voluntad del Creador. Los adventistas afirmamos que el Creador no dependió de materia preexistente para la creación original. Sostenemos que la materia no es infinitamente antigua, sino que fue creada.
Una característica de algo diseñado es que el todo es mayor que la suma de sus partes. El diseño y la organización permiten que los componentes de sistemas complejos cooperen para la expresión de nuevas funciones. Es posible presentar los niveles de la realidad para mostrar la aparición de nuevas funciones en cada nivel sucesivo. (Ver la Figura 1.)
La depredación, las plantas tóxicas, los virus, el sufrimiento y la muerte de organismos no vegetales no encajan en un esquema concebido por un Creador omnisapiente. En cambio, el paradigma creacionista los explica como la obra de un poder maligno en la naturaleza. Este concepto es muy útil cuando observamos, por un lado, la inmensa sofisticación en el funcionamiento de la materia viviente y por otro, la aparente futilidad de todo organismo viviente que pareciera destinado a la desaparición final.
5. ¿Es posible hacer predicciones comprobables científicamente con el paradigma creacionista?


El creacionismo ha sido criticado por no conducir a predicciones científicas comprobables. Es cierto que paradigmas erróneos pueden guiar a sugerencias comprobables, pero eso no conduce necesariamente a una buena hipótesis. Eso sólo la convierte en una hipótesis comprobable.


Cuando se pone a prueba la predicción de un paradigma y los resultados son diferentes de lo predicho, a veces es alterado el paradigma, pero frecuentemente los resultados de las pruebas son interpretados de nuevo como para permitir la continuación de la validez del paradigma. Cuando la misión Vikingo a Marte no encontró evidencias de vida en la superficie del suelo marciano, aun cuando la vida microbiana había sido predicha por el paradigma evolucionista químico, se hizo el ajuste para postular la existencia de organismos vivos en las profundidades del suelo marciano.


El paradigma creacionista sugiere que en vez de crear unas pocas especies, el Creador generó una rica variedad de organismos vivientes. Por lo tanto, sería sorpresivo encontrar planetas poblados solamente por microorganismos.


Otras predicciones que derivan de la posición creacionista son:


La biosfera está completa. No se espera que surjan nuevos órdenes de organismos. (Sin embargo, el paradigma creacionista no se incomoda con el surgimiento de nuevas especies dentro de un mismo orden.) Todos los organismos actuales tienen antepasados reconocibles.
Ningún organismo viviente surgirá de materia abiótica.
El registro fósil sugiere que desde el principio coexistió una gran variedad de organismos.
6. Implicaciones teológicas del creacionismo.


La ciencia no puede ser divorciada de la religión. Los teólogos no deben abandonar la esfera de la realidad física enteramente a los científicos. Posiblemente los teólogos no podrán contribuir a la comprensión de cómo funcionan las realidades físicas en la naturaleza, pero tienen la grave responsabilidad de asesorar a los científicos sobre el significado más claro de la información sobrenatural que tiene relevancia en las ciencias.
Para ilustrar esto podríamos imaginar a un científico de alguna parte del universo que visitara la Tierra una semana después de su creación. Al no estar informado de que la creación era un evento reciente y al observar organismos adultos y árboles bien desarrollados en el Jardín del Edén, ese científico bien intencionado concluirá que la Tierra ha existido por bastante tiempo. El conflicto relativo a la edad de la tierra se debe al hecho de que todas las técnicas de datación ignoran la posibilidad de que la tierra pudo haber sido creada con apariencia de edad.


Los seres humanos somos responsables ante el Creador por la manera en que utilizamos los recursos naturales.
La sabiduría y el poder del Creador son evidentes al observar el mundo natural. El no sólo es el diseñador del mundo, donde los objetos y los organismos están integrados de manera coherente, sino que los creó y los ha sostenido por miles de años. Esto contrasta con los famosos y fallidos experimentos de reproducir la biosfera original de nuestro planeta, que demostraron cuán difícil es equilibrar los sistemas ecológicos.
Aun cuando no tenemos una comprensión completa de cómo nuestro planeta se relaciona con el resto del universo, no cabe duda de que la existencia de nuestro mundo tiene un propósito.
La cosmovisión adventista está basada en el profundo tema de la gran controversia entre Cristo y Satanás. La Biblia nos dice que en los últimos días Satanás actuará poderosamente para engañar al mundo. Una faceta de este engaño podría ser la teoría de la evolución.
Conclusión


El creacionismo es un paradigma sólido, capaz de sustentar la investigación científica en el nuevo milenio. Una mayor aceptación del creacionismo por los científicos en el futuro dependerá en parte de cuán bien pueden convencer los teólogos a los científicos del inestimable valor de la información revelada. Además, esta aproximación ganará mayor credibilidad a medida que más científicos conduzcan investigaciones en base a la perspectiva creacionista.


George T. Javor (Ph.D., Universidad de Columbia) dicta cátedra e investiga en el Departamento de Bioquímica, Facultad de Medicina de la Universidad de Loma Linda, Loma Linda, California, EE.UU.


Notas y referencias:


1. T. Dobzhanski, The American Biology Teacher 35 (1973): 135.


2. B. Hanson, G. Chin, A. Sugden y E. Culotta, Science 284 (1999): 2105.


3. S. J. Gould, Science 284 (1999): 2087.


4. N. R. Pearcey y C. B. Thaxton, The Soul of Science: Christian Faith and Natural Philosophy (Wheaton, Illinois; Crossway Books, 1994).