jueves, 4 de junio de 2009

¿Eres Maduro o inmaduro?

La crisis más seria que está padeciendo actualmente el pueblo cristiano es la que llamamos «crisis de desarrollo». Esta crisis delata que la mayoría de los miembros de nuestras iglesias son inmaduros, no han crecido lo suficiente. Tienen una cierta edad cronológica como creyentes, pero la vida psicológica y la espiritual no se ha desarrollado al mismo nivel.
El proceso de crecimiento y madurez es difícil. Uno ve cómo crece el cuerpo en forma automática y a cada edad se espera una determinada estatura o porte físico. «Pero el DESARROLLO emocional y espiritual no ocurre paralelamente, es decir, en forma AUTOMÁTICA».
Una comparación entre el maduro y el inmaduro:
La persona madura tiene para dar: de sí misma, de sus recursos, de su vida, de su tiempo, etcétera (Mt 7.12; 2 Co 6.11–1)El inmaduro, siempre necesita que se le esté dando (He 5.12).
El maduro busca la profundidad, las razones, las bases (Hch l7.11). El inmaduro siempre está tomando leche [los rudimentos básicos] (He 5.11–15; 6.1; 1 Co 3.2–3).
El maduro sabe por práctica discernir el bien y el mal (1 Co 2.15; He 5.14). El inmaduro, nunca está seguro, siempre está preguntando: «¿Debo hacer esto?».
El maduro sigue la verdad en amor ( Ef 4.15, Gá 6.1). El inmaduro es llevado por las olas de doctrinas y enseñanzas diversas. Siempre está confundido.
El maduro tiene una perspectiva de la vida más allá de sus propios intereses personales (1 Co l0,24; Fil 2.19–21). Ya que la naturaleza humana es fundamentalmente egocéntrica, se le ha llamado a la madurez: «Una extensión de mi yo al nosotros».El inmaduro es un ser auto-centrado, siempre pensando en sí mismo.
El maduro busca dar amor y servicio (1 Co l6,14).El inmaduro siempre está esperando recibir amor, comprensión, servicio y compasión.
El maduro sabe lo que Dios quiere de él —tiene una vida con objetivos claros— (Jn 7.4). El inmaduro tiene una permanente falta de dirección.
El maduro crece en un conocimiento progresivo de sí mismo; sabe sus fallas, sus errores y sus áreas fuertes. Está dispuesto a aceptar sus errores, a reconocerlos y superarlos en el poder del Señor (Pr21.29). El inmaduro siempre está girando alrededor de un círculo vicioso de pecaminosidad y hábitos que no abandonan. La frase: «Otra vez Señor», nos es común a muchos, pasa el tiempo y no se es capaz de vencer las fallas y debilidades.
El maduro tiene convicciones personales sólidas, con base en lo que conoce y aplica de la Palabra (Stgo 2.12). Su teoría y su práctica están unidas. El inmaduro no tiene convicciones personales muy importantes, es cambiante, «hoy está y mañana no». Varía constantemente según «el estado de sus emociones» pues no tiene una plataforma sólida.
El maduro es responsable y competente (Mt 5.37).El inmaduro es irresponsable. Es inconstante permanentemente (Stg 1.8).
El maduro es guiado hacia propósitos a largo plazo y no por deseos inmediatos.Una definición popular de madurez es «la capacidad para postergar el placer».El inmaduro busca satisfacer sus deseos, sin importarle a quien arruine a su paso.
El maduro conoce sus dones y su responsabilidad dentro del cuerpo de Cristo y la asume (Ef 4.16). El inmaduro no entiende, mayormente, ni le interesa el concepto de funcionar como cuerpo.
El maduro es una persona de creciente espiritualidad. Busca a Dios, estudia diariamente las Escrituras. Cada vez más entiende cómo crecer hacia una espiritualidad adulta. El inmaduro no crece, vive una vida de carnalidad. Entre su vida interna real y la vida de los que no conocen al Señor, no hay mucha diferencia. Lee un «versiculito» o «un salmito», cuando tiene tiempo. Vea la descripción de Pablo en 1 Corintios 3.3 «¿no sois carnales, y andáis como hombres?».
El maduro por sus convicciones influye en otros. El inmaduro no influye en nadie, y si tiene alguna influencia, esta es negativa. Es un ejemplo de cómo no debe vivir un cristiano.
El maduro tiene la vida y el poder de «formar a otros» (2 Ti 2.2). El inmaduro no puede formar ni discipular a otros, porque su vida no es ejemplo.
En nosotros, miembros del pueblo de Dios, está la respuesta para:
Vivir de tal manera que Dios pueda vivir con poder y plenitud a través de nosotros.
Comenzar a formar, rápidamente, a la mayor cantidad posible de hombres y mujeres en una madurez psicológica y espiritual, que agrade a Dios y que nos levante como faros verdaderos en medio de la actual crisis de desarrollo.

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