En un sermón, hice una referencia muy de paso al científico ateo Richard Dawkins. No creí que la audiencia retendría el nombre, por lo que me sorprendí cuando al finalizar se me acercó una joven para hablar acerca de lo que yo había mencionado en escasos diez segundos y me dijo: “Tengo un amigo que está leyendo a Dawkins y está muy impresionado. ¿Usted sabe de alguna persona que haya contestado sus planteamientos o algún libro que yo pueda recomendarle?
“Alister McGrath”, le contesté y ella lo apuntó. “El título de su libro es The Dawkins Delusion?”.1
McGrath –un ateo convertido al cristianismo– recibió su doctorado en biofísica molecular en Oxford; su libro presenta una respuesta magistral a Dawkins. Este artículo tiene que ver con la respuesta de McGrath a Dawkins e incluye mis propias críticas. La idea inicial de este ensayo surgió al escuchar a McGrath contestar a Dawkins durante una conferencia en Cambridge, Inglaterra, en abril de 2007. ¿Cuál es la postura de Dawkins?
Escupiendo veneno
El título del libro de Dawkins El espejismo de Dios2 lo dice todo. Desde el prefacio, pone sobre la mesa las cartas, para que las podamos ver: “Si este libro cumple el propósito que tengo en mente, los lectores religiosos serán ateos cuando concluyan su lectura” (Dawkins, p. 28 –de aquí en adelante abreviado D.).
Tan presuntuoso pronóstico nos produce un escalofrío. ¿Con qué temas potencialmente destructivos para mi fe me encontraré? Pero luego, quizás para protegerse del fracaso total, Dawkins añade una advertencia burlona: “Por supuesto, las mentes intransigentes de creyentes fanáticos son inmunes a los argumentos; su resistencia fue construida durante años, comenzando con el adoctrinamiento infantil” (D., p. 28).
En el capítulo 2, este profesor de ciencias de Oxford llega rápidamente a su blanco: “Se puede argumentar que el Dios del Antiguo Testamento es el personaje más desagradable de toda las obras de ficción [palabras muy duras]: celoso y orgulloso de serlo; un ser mezquino, injusto, que no perdona y está obsesionado con el control; un limpiador étnico vengativo y sediento de sangre; un matón malévolo misógino, homófobo, racista, infanticida, genocida, filicida, productor de pestilencias, megalómano, sadomasoquista y caprichoso” (D., p. 51).
Según Dawkins, la mayor parte de los problemas del mundo se deben a que seguimos ciegamente este y otros dioses, productos de la imaginación humana. Como John Lennon, se atreve a soñar con “un mundo sin religión”. Sería un lugar “sin terroristas suicidas… sin Cruzadas, sin cacerías de brujas… sin guerras israelí-palestinas, sin masacres serbio-croatas-musulmanas, sin persecución de los judíos… sin evangelistas de televisión con trajes brillantes y peinados llamativos estafando financieramente a personas ingenuas” (D., pp. 23, 24). Pero es interesante que Dawkins ignora las masacres de incontables millones de personas realizadas por ateos como Adolf Hitler y Joseph Stalin.
Enfatiza que los inteligentes no se inmiscuyen en temas religiosos, ¡y menos aún los científicos! “Los grandes científicos que profesan una religión sobresalen por su rareza y son objeto de divertidas perplejidades para sus colegas de la comunidad académica” (D., p. 125). También dice que en una oportunidad le preguntó a Jim Watson, “el genio fundador del Proyecto Genoma Humano”, si conocía muchos científicos religiosos hoy en día. Watson respondió: “Prácticamente ninguno” (D, pp. 125, 126).
Sin embargo, en respuesta a esta afirmación, McGrath señala que el mismo año que se publicó El espejismo de Dios (2006), “Owen Gingerich, un astrónomo reconocido de Harvard, publicó God’s Universe, en el cual declara que ‘el universo fue creado con una intención y un propósito, y esta creencia no interfiere con los emprendimientos científicos’. Francis Collins publicó su libro ¿Cómo habla Dios? en el cual argumenta que el orden maravilloso de la naturaleza señala a Dios como creador, siguiendo líneas similares a las tradicionales de la concepción cristiana… [Y] el cosmólogo Paul Davies publicó su libro Goldilocks Enigma, en el cual sostiene que es necesaria la existencia de un ‘calibraje fino’ en el universo” (McGrath, p.42 – de aquí en adelante abreviado M.).
“La agenda oculta de El espejismo de Dios”, es según McGrath que, “el ateísmo es la única opción para la persona seria, progresista y razonadora” y que la experiencia religiosa está “asociada con actividad cerebral patológica” (M., pp. 33, 66). El evangelio para Dawkins es ficción (D., p. 123) y realiza un llamado a las generaciones futuras que aún tienen que decidirse en el plano espiritual: “Puedes ser una ateo feliz, equilibrado, con principios morales e intelectualmente satisfecho” (D., p. 23).
Es un esfuerzo consciente y calcu-lado de parte de Dawkins, que McGrath cataloga como una “lucha de proporciones gigantescas en contra de la religión” (M., p. 51). De acuerdo a McGrath, Dawkins ve a la ciencia y a la religión como “enfrentadas en una batalla a muerte. Sólo una puede salir victoriosa, y tiene que ser la ciencia” (M., p. 46). La meta de Dawkins es, según McGrath, “la destrucción cultural e intelectual de la religión” (M., p. 24). El blanco de su ofensiva es matar y terminar de una vez y para siempre con el cristianismo.
El tendón de Aquiles de Dawkins
El espejismo de Dios no es un libro corto. Sus 480 páginas contienen una serie de alegatos y acusaciones que sería imposible contestar en forma detallada en este artículo. Con esto en mente, me gustaría centrarme en lo que considero es el tendón de Aquiles de todo el marco de pensamiento de Dawkins.
En el resumen de seis puntos del capítulo “Por qué probablemente no existe ningún Dios”3 (según me parece es el capítulo clave del libro), quizás el primer punto de Dawkins sintetiza el asunto central del libro: “A través de los siglos, uno de los mayores desafíos para el intelecto humano ha sido explicar la aparición improbable y compleja del diseño en el universo”.4
¿Cómo trata Dawkins este desafío básico? Este es el asunto central. Hay dos razonamientos creacionistas que le preocuparon: (1) el argumento de la improbabilidad y (2) el argumento de la complejidad irreducible.
1. Improbabilidad. Dicho clara y simplemente, el argumento de la improbabilidad sugiere que la complejidad que vemos dentro y alrededor de nosotros requiere que haya una inteligencia superior. O parafraseando lo que el propio Dawkins dice (citando a Fred Hoyle) que la probabilidad de que la vida se originase en la tierra por sí sola es igual “a la probabilidad que tendría un huracán arrasando un depósito de chatarra, de montar un Boeing 747” (D., pp. 137, 138).
Aunque aparentemente estos argumentos son convincentes, Dawkins dice que están hechos solo para aquellos que no saben nada acerca del proceso de selección natural (D., p. 138).
Dawkins alega citando a Daniel Dennett –a quien describe como un “filósofo avezado en ciencias” que no es necesario “un ser grande e inteligente para fabricar un objeto menor”. Los no entendidos intentarían defender su posición respecto al diseño inteligente diciendo que “nunca verás a una herradura haciendo un herrero” o “una tinaja haciendo un alfarero”. Pero Dawkins dice con mucha confianza: “el descubrimiento de Darwin de un proceso que es contra-intuitivo, es lo que hace que su contribución al pensamiento humano sea tan revolucionaria”.5 ¡Increíble!
Aunque sea una explicación que escapa a toda lógica, lo que están presentando aquí Darwin, Dennett y Dawkins es que ¡una herradura puede, realmente, hacer herreros! ¡ Este es un pensamiento realmente extraordinario!
¿Y cómo sucede esto? No por casualidad (Dawkins detesta esa palabra) sino por selección natural (ver D., p. 145). Para él “la selección natural es la grúa campeona de todos los tiempos. Ha levantado la vida de la simplicidad primitiva a las alturas vertiginosas de la complejidad, la belleza y el aparente diseño que nos deslumbran” (D., p. 99). El resultado de este argumento es que debido a que la selección natural es responsable por todo lo que vemos a nuestro alrededor “Dios… es un espejismo” (D., p. 52). Esta lógica aturde la mente y lleva a que la gente abandone el sentido común.
2. Complejidad irreducible. La complejidad irreducible, que se hizo popular con el libro de Michael J. Behe La caja negra de Darwin6, sugiere que aun las formas de vida más simples que conocemos hoy en día tienen componentes entrelazados e interdependientes que son demasiado complejos para haber evolucionado paulatinamente por casualidad o selección natural. En este sentido, incluso Darwin señaló al ojo como una estructura que presentaba varios desafíos a este problema y Dawkins repite las palabras del maestro en su libro: “Parece absurdo –lo confieso espontáneamente– suponer que el ojo, con todas sus inimitables disposiciones para acomodar el foco a diferentes distancias, para admitir cantidad variable de luz y para la corrección de las aberraciones esférica y cromática, pudo haberse formado por selección natural” (D., pp. 148, 149). Es una observación extremadamente convincente, pero Darwin, con su secuaz Dawkins, le encontraron una vuelta. Según Dawkins, la declaración de Darwin era apenas un “recurso retórico” para logra que sus opositores se acercaran a él de forma que les pudiese propiciar un puñetazo más fuerte. Y según Dawkins este consistía en “la explicación sencilla de Darwin acerca de cómo el ojo evolucionó en etapas graduales” (D., p. 149).
La propia explicación de Dawkins acerca de esta hazaña consiste en volver a una parábola que usó en un libro anterior llamado Climbing Mount Improbable.7 Allí se imagina una montaña con un acantilado perpendicular de un lado que es “imposible de ser escalado”. Pero “del otro lado hay una pendiente suave hacia la cumbre. En la cima se encuentra un dispositivo tan complejo como un ojo”. Los propulsores del diseño inteligente sugerirían que tal complejidad “se podría armar sola”8 pero esa es una “idea absurda”, dice él, porque eso sería como “saltar desde el pie hacia la cima de un salto” (D., p. 147). Sin embargo, Dawkins sugiere que la evolución, en lugar de elegir el lado acantilado, sigue el camino indicado. “Va por el lado posterior de la montaña y se arrastra hacia la cima por la ladera suave. ¡Muy fácil!”
Por lo tanto la imagen que nos pinta Dawkins consiste en una gran cantidad de materias primas (¡como que nosotros supiésemos de dónde salieron todas estas cosas!) que lentamente van ascendiendo el “monte improbable”, y cada una llega en cierto momento a su máximo estado de complejidad para luego, de alguna forma, unirse con otras unidades complejas para ¡formar entidades vivientes, funcionantes y simples! Quizás impresionado por la fantasía de esta explicación, Dawkins dice que “si la complejidad irreducible genuina pudiese ser propiamente demostrada, destruiría la teoría de Darwin” (D., p. 151, cursiva agregada).
Pero la complejidad irreducible no necesita ser demostrada, es una realidad. Y es difícil imaginar por qué alguien quisiera sustituir la simple afirmación bíblica “En el principio creó Dios…” (Gen. 1:1) con la especulación irracional de Dawkins.
Mi conclusión
La época en que vivimos se caracteriza por una serie de ataques a Dios, la Biblia y todos los conceptos religiosos como por ejemplo las obras de D. Bennett (Breaking the Spell, 2006)9, D. Mills (Atheist Universe, 2006)10 y C. Hitchen (God Is Not Great, 2007).11
Hace poco entablé conversación con alguien que asistía al mismo congreso que yo. Antes de despedirnos me entregó un folleto sobre un libro escrito por un tal Bob Avakian titulado Away With All Gods! 12 Es una verdadera campaña en contra de Dios y la mayor parte está relacionada a una filosofía pseudo-científica. Sería fácil que abandonásemos el campo de batalla, metiendo la cola entre las patas como perros asustados. Después de todo, muchos de nosotros no somos científicos y, si tú eres como yo, estás un tanto indeciso de penetrar sin ser invitado en esta tan protegida comunidad. Pero por el otro lado creo que como seres humanos libres de razonar, tenemos derecho a no inclinarnos frente al fundamentalismo ateo que es tan intolerante como su equivalente religioso.
Dawkins es un ejemplo de esta intolerancia. McGrath, quien es un científico, dice que Dawkins está ofreciendo “el equivalente ateo de una maligna predicación en donde sustituye la retórica y la manipulación altamente selectiva de hechos, por un pensamiento cuidadoso basado en la evidencia”. Es un “abuso de las ciencias naturales en favor del fundamentalismo ateo” (M., p. 11). Luego de una serie de programas televisivos de Dawkins en la BBC –que según McGrath fueron diseñados para convencer a los espectadores que la religión es la raíz de todos los males– “un compañero de trabajo en Oxford y científico ateo me dijo: ‘No nos juzgues al resto de nosotros en base a estas estupideces pseudo-intelectuales’” (M., p. 51).
Dos consideraciones antes de concluir:
1. Al igual que McGrath, yo no estoy de acuerdo con el uso selectivo de instituciones religiosas y personas, que realiza Dawkins, a fin de lograr su objetivo. McGrath sugiere que “Hay… en todos los movimientos, lunáticos marginales… Una de las características más sobresalientes de la polémica antireligiosa de Dawkins consiste en presentar lo patológico como si fuese normal, el borde como si fuese el centro y a los excéntricos como si fuesen el gran grupo de seguidores” (M., p. 22).
Sin embargo, es lamentable que sean los cristianos quienes le han provisto a Dawkins y a otros ateos, mucha pólvora para sus ataques. Por ejemplo, cuando Dawkins acusa la educación religiosa de los niños, puede presentar en forma convincente los abusos que indiscutiblemente han ocurrido dentro de ciertos ámbitos de educación cristiana. ¡Qué vergüenza debería darnos!
Por otro lado, los ateos británicos están recaudando fondos para empapelar los autobuses londinenses con posters que difundan sus ideas al decir: “Probablemente no haya un Dios. Ahora deja de preocuparte y disfruta tu vida”. Dawkins prometió donar una suma equivalente a la que se recogió para esta campaña, que representa unos nueve mil dólares. Ha habido una respuesta entusiasta de ciertos sectores del público británico. “Desparrama la noticia”, dijo un contribuyente entusiasmado, “y ¡descarta esta superstición sin sentido en el depósito de basura de la historia!”.13
Lo que más me irritó fue que esta campaña surgió como reacción a propagandas cristianas en esos mismos autobuses en que aparecía la dirección de un sitio de Internet en donde se condena a los no creyentes a una “eternidad en el tormento del infierno”.14 ¿No hubiera sido preferible que quienes pusieron esas propagandas cristianas se hubiesen esmerado en mantenerse fieles a lo que dice la Biblia respecto a este punto tan sensible?
2. Peter Medawar, un inmunólogo de Oxford laureado por un premio Nobel, aprieta la tecla exacta cuando dice que hay preguntas “trascendentes” que la “ciencia no puede responder, y que incluso ningún avance concebible de la ciencia le daría la información necesaria para responder”. Por ejemplo: “¿Cómo empezó todo? ¿Para qué estamos aquí? ¿Cuál es la razón para vivir?” 15
Estas preguntas tienen que ver con la protología y la escatología. En la sección “El tendón de Aquiles de Dawkins”, hablamos brevemente acerca de la protología, que es el estudio de los orígenes (cómo llegamos aquí, etc.) y tuvimos una vislumbre del intento doloroso de Dawkins de resolver este problema. Aquí notamos cuán desolada es su escatología, lo que él mismo llama “el destino final de nuestro universo”. Dice así: “Nuestro universo puede estar destinado a expandirse indefinidamente, o puede estabilizarse en un punto de equilibrio, o la expansión puede revertirse y entrar en una contracción, terminando en la así llamada ‘gran implosión o gran colapso’” (D., p. 174).
¡Qué imagen más desoladora! Aún más si la expresamos en las palabras de Bertrand Russell, uno de los mentores filosóficos de Dawkins. Russell se imaginó que “la labor de todos los siglos, toda la devoción, toda la inspiración, toda la claridad del genio humano, están destinadas a la extinción en la vasta muerte del sistema solar”.16
¿Por qué aceptar esta perspectiva tan lúgubre en lugar de lo que la Biblia ofrece? Aquí está el contraste, presentado con toda elegancia por el profeta en Patmos:
“Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado y el mar ya no existía más. Y yo, Juan, vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de parte de Dios, ataviada como una esposa hermoseada para su esposo. Y oí una gran voz del cielo, que decía: ‘El tabernáculo de Dios está ahora con los hombres. Él morará con ellos, ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor’... El que estaba sentado en el trono dijo: ‘Yo hago nuevas todas las cosas’. Me dijo: ‘Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas’” (Apoc. 21:1-5, Reina Valera 1995).
Así lo resumo yo.
Roy Adams (Ph.D., Universidad de Andrews) es editor asociado de la Adventist Review. Este artículo fue publicado en dicha revista, en una versión algo distinta. Usado con autorización.
REFERENCIAS:
1. Alister E. y Joanna Collicutt McGrath, The Dawkins Delusion? (Downers Grove, Illinois: IVP Books, 2007). Aunque el libro tiene dos autores, todas las referencias en este artículo mencionan a Alister McGrath, como si fuese el único autor dado que en su libro los autores también lo han hecho así.
2. Versión en inglés: Nueva York y Boston: Houghton Mifflin Co., 2006. Versión en español: Madrid: Espasa-Calpe, S.A., 2007. Todas las referencias citadas en este artículo han sido traducidas del inglés por el traductor de este artículo. Las referencias de las páginas corresponden a la edición en inglés.
3. Ver Dawkins, pp. 188, 189.
4. Dawkins, p. 188. Cursiva añadida por el autor del artículo.
5. Citado en Dawkins, p. 142. Cursiva añadida por el autor del artículo.
6. Inglés: Nueva York: The Free Press, 1996. Español: Madrid: Editorial Andres Bello, 2000.
7. Nueva York: W. W. Norton & Co., 1996.
8. Los defensores del diseño inteligente no sugieren que la complejidad se “podría autoensamblar”, como sugiere Dawkins, sino que un ser inteligente es responsable del ensamblaje.
9. Inglés: Nueva York: Penguin, 2006. Español: Romper el hechizo. La religión como un fenómeno natural. Buenos Aires y Madrid: Katz Editores, 2007
10. Berkeley: Ulysses Press, 2006.
11. Nueva York: Twelve Hachette Book Group, 2007.
12. Chicago: Insight Press, 2008.
14. Ibíd.
15. Citado en McGrath, p. 39. La cursiva es del autor.