EL TRABAJO DE LOS ÁNGELES
Pr. W. Gabriel Quispe
I.
La
obra de los ángeles de Dios
II. la tarjeta de oro
1.
Ellos
presentan una tarjeta para entrar al
cielo.
Entonces el ángel que me acompañaba me indicó
de nuevo la ciudad, donde vi a cuatro ángeles que volaban hacia la puerta. Estaban
justamente presentando al ángel de la puerta la tarjeta de oro. Notas
biográficas pág 129. Primeros Escritos pág. 37.
III. EL AMOR DE DIOS POR SU PUEBLO es muy
grande
1.
El
amor de Dios por su pueblo es muy grande.
He visto el tierno amor de Dios por su pueblo, y es muy grande. Vi ángeles que extendían sus alas sobre los
santos. Cada santo tenía su ángel
custodio. Si los santos lloraban desalentados
o estaban en peligro, los ángeles que sin cesar los asistían, volaban con
presteza a llevar la noticia, y los ángeles de la ciudad cesaban de
cantar. Entonces Jesús comisionaba a
otro ángel para que bajase a alentarlos, vigilarlos y procurar que no se
apartaran del sendero estrecho; pero si los santos desdeñaban el vigilante
cuidado de aquellos ángeles, rechazaban su consuelo y seguían extraviados, los
ángeles se entristecían y lloraban.
Llevaban allá arriba la noticia, y todos los ángeles de la ciudad se
echaban a llorar y en alta voz decían: "Amén." Pero si los santos
fijaban los ojos en el premió que los aguardaba y glorificaban a Dios en
alabanza, entonces los ángeles llevaban a la ciudad la grata nueva, y los
ángeles de la ciudad tañían sus áureas arpas, y cantaban en alta voz:
"¡Aleluya!" y por las bóvedas celestes repercutían sus hermosos cánticos.
PE pág. 39
2.
Santa
ciudad – los ángeles presentan la
tarjeta de oro.
En la santa ciudad hay perfecto orden y armonía. Todos los ángeles comisionados para visitar
la tierra llevan una tarjeta de oro que, al salir o entrar en la ciudad,
presentan a los ángeles de la puerta. El
cielo es un lugar agradable. Yo anhelo estar allí y contemplar a mi hermoso
Jesús que por mí dio la vida, y ser transmutada a su gloriosa, imagen. ¡Oh!
¡quién me diera palabras para expresar la gloria del brillante mundo venidero!
Estoy sedienta de las vivas corrientes que alegran la ciudad de nuestro Dios.
PE pág. 39
3.
Visión
de otros mundos que no han caído en pecado.
El Señor me mostró en visión otros mundos. Me fueron dadas alas y un ángel me acompañó
desde la ciudad a un lugar brillante y glorioso. La hierba era de un verde vivo y las aves
gorjeaban un dulce canto. Los moradores
de aquel 40 lugar eran de todas estaturas; eran nobles, majestuosos y hermosos. Llevaban, la manifiesta imagen de Jesús, y su
semblante refulgía de santo júbilo, como expresión de la libertad y dicha que
en aquel lugar disfrutaban. Pregunté a
uno de ellos por qué eran mucho más bellos que los habitantes de la tierra, y
me respondió: "Hemos vivido en estricta obediencia a los mandamientos de Dios, y no incurrimos en
desobediencia como los habitantes de la tierra." Después vi dos árboles, uno de los cuales se aprecia
mucho al árbol de vida de la ciudad. El fruto de ambos era hermoso, pero no
debían comer de uno de ellos. Hubieran
podido comer de los dos, pero les estaba vedado comer de uno. Entonces el ángel que me acompañaba me dijo:
"Nadie ha probado aquí la fruta del árbol prohibido, y si de ella
comieran, caerían." Después me
transportaron a un mundo que tenía siete lunas; donde vi al anciano Enoc, que
había sido trasladado. Llevaba en su
brazo derecho una esplendente palma, en cada una de cuyas hojas se leía escrita
la palabra: "Victoria." Ceñía sus sienes una brillante guirnalda
blanca con hojas, en el centro leía: "Pureza." Alrededor de la guirnalda
había piedras preciosas de diversos
colores que resplandecían más vivamente que las estrellas y , reflejando su fulgor en las letras, las
magnificaban. En la parte posterior de la cabeza llevaba un moño que sujetaba
la guirnalda, y en él estaba escrita la palabra: "Santidad." Sobre la
guirnalda ceñía Enoc una corona más brillante que el sol. Le pregunté si aquel era el lugar adonde lo
habían transportado desde la tierra. El
me respondió: "No es éste. Mi
morada es la ciudad, y he venido a visitar este sitio." Andaba por allí
como si estuviese en casa. Supliqué a mi ángel acompañante que me dejara
permanecer allí. No podía sufrir el
pensamiento de volver a este tenebroso mundo.
El ángel me dijo entonces: "Debes volver, y si eres fiel, tendrás,
con los 144,000, el privilegio de visitar todos los mundos y ver la obra de las
manos de Dios." Primeros Escritos
pág . 39 –40.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario